Lo que sí y lo que no

Lo que sí y lo que no

Lo que sí y lo que no

El amor… ¡Ay! ¡Qué sensación tan linda! Mariposas en la panza, nervios, momentos lindos y con cierta dosis de adrenalina…

Todavía recuerdo el día en que me dieron mi primer beso. Fue en tercer grado de la escuela primaria; y, aclaro, fue en la mejilla. Tenía tanta adrenalina contenida que luego de “ejecutar el hecho” salí corriendo. Cosas que pasan. Pero ¿eso es realmente amor? ¿Cómo podemos saber si lo que sentimos es o no amor? ¿Cómo se manifiesta este sentimiento?

Espero ayudarte a entender algunos puntos sobre este tema para ahorrarte un par de dolores de cabeza, y de corazón. Vamos a comenzar con los “no”.

El amor no es “loco”

Lo típico: “Lo vi, y me enamoré”; “Vi la foto de Facebook, y me quiero casar”; “No sé qué pasó, me encanta”, y otras frases similares escuché muchas veces. Mis disculpas si alguna vez te ha pasado algo de esto, pero realmente está muy lejos de ser amor. Estos hechos no son más que la ejecución de una fantasía o una necesidad de tener a alguien cerca. El ser humano, por naturaleza, precisa que le brinden cariño, es lo normal, pero hay una serie de características del verdadero amor que van muy en contra de lo antes mencionado: el amor es reflexivo y realista. ¿Qué significa? Que puedo pensar claramente, puedo saber si lo que hago está bien y acorde a mis principios, o más bien estoy obedeciendo a un impulso 100 % sentimental. Ahora, si lograras pensar más claramente sobre este tema, ¿no tendrías más chances de éxito?

El amor no es apresurado

Tenemos casamientos express, noviazgos ocasionales de una noche, entre otras cosas (que hasta me da miedo nombrar). Incluso escuché que dos jóvenes se vieron una sola vez, al otro día “estaban de novios” por Whatsapp, y sin haberse visto nunca más a la semana ya estaban “solteros” nuevamente. Esto se encuentra muy, pero muy lejos de ser amor real.

Si vamos al capítulo por excelencia que habla sobre el amor, en una versión más simple (TLA), la Biblia nos dice: “El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo y de soportarlo todo” (1 Cor. 13:7). ¿Leíste bien? Es-pe-rar.

El amor no es un hecho que ocurre hoy y mañana somos todos felices. El amor es un proceso. El verdadero amor se desarrolla con tiempo. Cuanto más tiempo transcurre de conocer a otra persona, saber sus gustos, objetivos de vida, cómo es su familia, qué estudia, cómo son sus amigos, sus anhelos y dificultades… tantas cosas lindas por conocer. ¡Eso es adrenalina realmente! Pero, ¿por qué? Simple: porque si realmente estás construyendo el verdadero amor, sincero y respetuoso, encontrarás la forma por la que, con buen ingenio, realizar buenas preguntas, buscar momentos lindos para confraternizar y tener creatividad sana para conocer a la otra persona.

Siempre nos reímos con Naty cuando nos acordamos de esos momentos de largas charlas e “investigación” mutua. No sé cómo hice (bueno, en realidad sí) para poder saber cuántos años tenía, sin preguntarle directamente para no delatarme y sin preguntarle a otra persona para no desparramar la cuestión. Pero este detalle quedará para otro artículo.

Si te encuentras en esta linda etapa de la vida, ora mucho para que Dios te dé sabiduría, pudiendo elegir y actuar correctamente.

¿Amor verdadero o amor falso?

El amor verdadero se desarrolla despacio

El falso amor nace repentinamente

El amor verdadero muere lentamente

El falso amor termina muy rápido

El amor verdadero sobrevive a la separación

El falso amor, no

El amor verdadero controla el contacto físico

El falso amor lo aumenta

El amor verdadero recibe la aprobación de amigos y familia

El falso amor no lo obtiene

El amor verdadero produce seguridad y confianza

El falso amor, inseguridad y desconfianza

El amor verdadero se basa en el compromiso

El falso amor se basa en las emociones

El amor verdadero se centra en las características internas

El falso amor, en las características externas

Extraído de: Arnulfo Chico Robles, Lo que debes saber antes de dar el sí (Buenos Aires:ACES, 2015), p. 51.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.

Escrito por Fernando Liernur, diseñador gráfico y especialista en Marketing Digital.

El arte de comer bien

El arte de comer bien

El arte de comer bien

¡Mmmm… qué rico! Siempre es un grato placer sentarse a la mesa para degustar ricos alimentos. Pero ¿es sano todo lo que comemos?

Las estadísticas mundiales muestran que más de 2.000 millones de personas son obesas o tienen sobrepeso. ¡Esto representa casi el 30 % de la población mundial! Además de todo eso, es alarmante saber que la obesidad también creció entre los niños y los adolescentes.

La comida chatarra, las gaseosas azucaradas, los dulces y el desorden en los horarios atentan diariamente contra un estilo de vida saludable.

Ahora bien, ¿por qué comer sano? ¿Es más complicado y suele ser más caro? ¡Tal vez! ¿No son más ricas las comidas no tan saludables? ¡Sin duda! Desde luego, si piensas solo en una gratificación que implique el “aquí y en el ahora”, debes recordar que una alimentación sana tiene múltiples ventajas:

  1. Te permite mantener la mente despierta. Para llevar a cabo sus funciones, el cerebro necesita determinados nutrientes. Así, una dieta saludable y organizada permite el constante flujo de estos nutrientes y su adecuado funcionamiento.
  2. Te ayuda a controlar el peso. Llevar una dieta equilibrada, con bajo contenido en grasas y azúcares, permite mantener un peso estable a largo plazo.
  3. Te ayuda a mejorar la capacidad de respuesta de tu sistema inmune. Mantener una alimentación adecuada hace que nuestro cuerpo se defienda de manera más eficiente de los agentes extraños. Así, es más difícil que las bacterias actúen provocando infecciones.
  4. Te ayuda a mantener el colesterol y la glucosa. Las dietas desequilibradas y poco saludables elevan los niveles de colesterol y glucosa. Esto es peligroso para la salud cardiovascular y colabora con el desarrollo de diabetes tipo II. Llevar una dieta variada, equilibrada y compensada reduce la posibilidad de padecer o sufrir enfermedades a largo plazo.
  5. Te ayuda a controlar la tensión arterial. Una dieta rica en frutas y verduras puede ayudarte a reducir los problemas con la tensión arterial. ¿Por qué? Los responsables son las vitaminas y los minerales, como el potasio, que contienen. Además, las personas que comen de manera saludable suelen mantenerse activas y no practicar hábitos tóxicos, lo que reduce notablemente la posibilidad de padecer hipertensión arterial.
  6. Promueve el equilibrio y adecuado tránsito intestinal. Si consumes diariamente frutas, verduras y cereales integrales, no tendrás problemas para cubrir la cantidad de fibra diaria necesaria. Esta, además de mejorar el tránsito intestinal y regular su equilibrio, reduce el riesgo de determinadas enfermedades como las cardiovasculares o algunos tipos de cáncer.
  7. Mejora el estado de ánimo. Determinados nutrientes como el hierro, el ácido fólico y algunas vitaminas del grupo B o los ácidos grasos omega3 pueden influir en nuestro estado de ánimo. Una dieta variada aporta la cantidad necesaria de estos nutrientes y mantiene en equilibrio nuestro estado de ánimo, así como una actitud positiva.

¿Y entonces?

¡Llegó el tiempo de la acción! Ten en cuenta estos diez consejos para tener hábitos de alimentación más saludables.

  • Que el desayuno (y no la cena) sea la comida más importante, abundante y nutritiva del día.
  • Evita comer con ansiedad.
  • Come lentamente, masticando muy bien y saboreando los alimentos.
  • Evita tomar líquidos durante las comidas. Respeta el intervalo de 30 minutos antes y 2 horas después, para evitar la distensión del estómago y la dilución de las enzimas digestivas.
  • Reduce la cantidad de aceite en la preparación de los alimentos.
  • Sustituye las frituras por alimentos asados o cocidos.
  • Elige alimentos naturales e integrales y evita los refinados y procesados.
  • Prioriza el consumo de frutas, de verduras y de legumbres.
  • Procura variar los alimentos día a día, haciendo un plato colorido.
  • Usa la sal con moderación. Evita usar el salero en la mesa.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.

2020: Sanidad, prosperidad y seguridad

2020: Sanidad, prosperidad y seguridad

2020: Sanidad, prosperidad y seguridad

“Puedes entusiasmarte con el futuro” (Hillary DePiano).

¡La última vez que sucedió fue hace 1.010 años! Hablamos de tener un año con los dos números iguales terminados en 0. Tendrán que pasar 1.010 años más para que este fenómeno vuelva a ocurrir: ¡será en 3030! No creo que ninguno de nosotros esté aquí para entonces, ¿verdad?

Por eso, aprovechemos este presente, entusiasmándonos con el futuro. Este año, 2020, ha sido proclamado por la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) como el Año Internacional de la Sanidad Vegetal. ¿De qué se trata esto?

“Es una iniciativa clave para resaltar la importancia de la salud de las plantas, para mejorar la seguridad alimentaria, proteger el medio ambiente y la biodiversidad e impulsar el desarrollo económico”, asegura María Helena Semedo, directora general adjunta de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Con estas propuestas y concientizaciones, se espera una mayor y mejor colaboración mundial para aplicar políticas de sanidad vegetal en todos los niveles.

Un mundo con vegetales y alimentos sanos es un mundo mejor. Somos responsables de cuidar, en lo que dependa de nosotros, nuestro planeta.

Y también somos responsables de cuidar nuestra vida espiritual. Lo sabía Josafat, el rey de Israel, quien le dio al pueblo el siguiente consejo. ¿Sabes dónde se encuentra? ¡Sí, en un 2020!

“Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados”

2 Crónicas 20:20

¡Seguridad y prosperidad! ¿No sería lindo empezar este año nuevo con estas dos cosas? No te estoy hablando de resoluciones irrealizables o de metas que bordean la exosfera. No. Te hablo sobre la segura base de las maravillosas promesas de Dios, quien nunca cambia, quien es el mismo de ayer, de hoy y de siempre.

Tu 2020 puede ser el mejor año si crees en Dios y en sus profetas. ¿Qué significa esto? Que cada día estudies la Biblia con oración y obedezcas sus enseñanzas. ¡El tiempo es ahora! Vive una vida sana, de fe, de esperanza y de obediencia. ¡Te espera un año histórico!

Este artículo fue publicado en la edición impresa de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.

Escrito por Pablo Ale, pastor, periodista y director de Conexión 2.0.

La vida con equipaje de mano

La vida con equipaje de mano

La vida con equipaje de mano

Las compañías de vuelos de bajo costo cobran por facturar el equipaje. Así que, para evitar gastos extra, me convertí en una experta en sobrevivir a un viaje con tan solo el equipaje de mano. El secreto es planificar de antemano todas las combinaciones de vestuario posibles con un mínimo de prendas, y elegir un par de zapatos versátiles que combinen con todo.

Aprender a viajar ligero de equipaje es todo un arte, tanto al recorrer nuevos destinos, como también en la vida. Cada día es como una valija de mano, y lo que empacamos revela nuestras prioridades. Digo que cada día es una valija de mano porque, en realidad, no hay espacio para todo; debemos elegir. Los mochileros comprenden muy bien el arte de empacar lo imprescindible, y entienden que lo que no es útil se transforma en lastre.

“Cuanto más acumulamos, menos tenemos realmente. Creemos que es riqueza, pero en realidad se trata de un empobrecimiento”, señala Gabriele Romagnoli, en su libro Viajar ligero. Esta idea de que tener más puede resultar en un empobrecimiento, se aplica a muchos campos. Considera, por ejemplo, todo lo que te propones alcanzar el día de hoy, todo lo que quieres empacar en esta maleta de 24 horas. Estas cosas, ¿van a enriquecerte o a pesarte? ¿Excede tu maleta el peso máximo?

A veces sobrecargamos nuestro día con tareas porque sentimos que nuestro valor como personas depende de nuestra productividad, de lo que hacemos. El autor Alex Soojung-Kim Pang lo explica de esta manera en su libro Rest: Why You Get More Done When You Work Less [Descanso: Por qué tú haces más cuando trabajas menos]: “Si tu trabajo es tu identidad, cuando dejas de trabajar, dejas de existir”. La productividad no puede soportar el peso de nuestra identidad. Solo Cristo puede. Si ponemos a la productividad en el lugar de Cristo, se convertirá en una tirana, impidiéndonos descansar sin sentir culpa.

Otras veces, arrastramos una pesada maleta con los errores y pecados del pasado, o con el estrés y la incertidumbre del futuro. Pero nadie puede avanzar cargando el pasado o el futuro en los hombros. Hay una escena en la película “La misión” que ilustra este punto a la perfección. El mercenario y traficante de esclavos arrepentido Rodrigo Mendoza, caracterizado por Robert de Niro, se autoimpone una dura penitencia. Rodrigo decide ascender hacia la Misión de San Carlos arrastrando una inmensa carga a cuestas. Torturado por la culpa, Rodrigo arrastra la carga, intentando en vano trepar un acantilado. De repente, aparece un indio al borde del acantilado y ve que Rodrigo esta abajo. El indio tiene un cuchillo en la mano… y la oportunidad perfecta para vengar a su pueblo. Pero en lugar de matar a Rodrigo, el indio corta la cuerda de la que colgaba la carga. ¡Rodrigo es libre de su pasado!

A veces el Señor mira las cargas que nos autoimponemos como el indio miraba a Rodrigo. Entonces, Dios nos dice con ternura: “Hijo/a, suelta las cosas que nunca te pedí que cargaras”. Esta es una invitación a viajar por la vida ligeros de equipaje, a recibir gracia y misericordia para este preciso instante. Dios nos da su gracia fresca y nueva cada día (Lam. 3:22, 23). Como el maná, la gracia de hoy sirve solo para hoy. No alcanza para las pruebas del mañana; para eso habrá gracia mañana. Los errores del ayer están cubiertos con la gracia de ayer. Dios solo te pide que cargues con tu valija de mano estas preciosas 24 horas, y te da gracia para cada minuto de hoy. ¡Suelta todo lo demás!

La invitación de Jesús sigue vigente: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat. 11:28-30).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.

Escrito por Vanesa Pizzuto, Lic. en Comunicación y escritora. Es argentina, pero vive y trabaja en Londres.

¿Cuál es mi destino?

¿Cuál es mi destino?

¿Cuál es mi destino?

Muchos creen que el horóscopo marca nuestro futuro. Otros sostienen que, no importa lo que hagamos, nuestro final ya está determinado. ¿Cuál es la verdad?

Es muy popular pensar que hay un destino para todos. Lo vemos en las películas de Hollywood, lo escuchamos en cientos de canciones y lo leemos como trama detrás de libros y de telenovelas. Hay una obsesión por conocer nuestro destino, y para eso la gente recurre al tarot, la consulta del horóscopo y a cuanto nuevo método aparezca. Pero ¿qué hay detrás de todo esto?

Hay muchos cristianos sinceros que creen en la predestinación. No, no es simplemente el título de alguna película o la subtrama de un libro de ciencia ficción. El concepto de que las cosas ya están determinadas desde el mismo principio podemos verlo presente en muchas culturas, leyendas antiguas y religiones. ¿Dice algo la Biblia al respecto? ¡Sí! Veamos…

Una lectura superficial de ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras nos puede llevar a creer que Dios determina el resultado eterno de cada persona desde antes de nacer. Así, Dios no predice, sino que determina lo que harán y serán, si se salvarán o se perderán. ¿Cómo encuadrar esto con el concepto de un Dios de amor? ¿Qué lo llevaría a querer decidir que determinadas personas se pierdan y otras se salven?

Si analizamos las referencias bíblicas a la predestinación, siempre tienen como objetivo nuestra salvación (Efe. 1:11; 1 Cor. 2:7), la adopción dentro de la familia de Dios (Efe. 1:5) y la formación de un carácter semejante al de Cristo (Rom. 8:29, 30). No hay referencias a predestinación para condenación, sino que la voluntad y el deseo de Dios siempre se expresan en función de la salvación de las personas. De hecho, Dios es categórico en afirmar que él no quiere la muerte de quienes mueren (Eze. 18:32); espera que las personas se arrepientan para que así puedan ser salvas (2 Ped. 3:9; 1 Tim. 2:3, 4).

Una de las expresiones del amor divino más conocidas está en Juan 3:16. Este pasaje es claro. Allí, Dios afirma que la salvación está al alcance de todos los que confíen en Jesucristo. Afirma que la salvación o la condenación de cualquier persona depende de su decisión personal sobre Cristo: “El que cree en él no es condenado. Pero el que no cree ya está condenado, porque no creyó en el nombre del Hijo único de Dios” (Juan 3:18).

En todo caso, la “predestinación” de parte de Dios es nuestro bienestar. ¿Por qué, entonces, esto no se cumple? Porque existe el libre albedrío, la capacidad humana para decidir incluso si no es en nuestro beneficio eterno. “El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios; él desea tan solo el servicio de amor, y el amor no puede ser exigido, no puede ser obtenido por la fuerza o la autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 13). 

¿Qué significa esto, y por qué es tan importante? Significa que somos libres, que cada una de nuestras decisiones importa, cuenta, y finalmente determinará nuestro destino eterno. Por eso, Dios declara en su Palabra: “Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la tierra como testigos de la decisión que tomes” (Deut. 30:19, NVI). La elección es nuestra; Dios nos presenta ambos caminos y se asegura que sepamos cuál será el resultado final de cada uno.

¿Cuál es mi destino, entonces? El que yo decida. Una eternidad con Dios, en un mundo nuevo y maravilloso, con todos los secretos del Universo abiertos a nosotros y una posibilidad ilimitada de crecimiento… o no. De nosotros depende. El Señor, por su parte, nos recuerda: “¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos” (Apoc. 3:20, NTV).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.

Escrito por Santiago Fornés, Lic. en Teología y capellán en el Instituto Adventista de Mar del Plata, Argentina.