Rompecabezas

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Lecciones aprendidas en época de home office.

En 2020 vivimos una situación poco convencional y no tan fácil de asimilar. El hecho de permanecer en nuestras casas, sin poder salir libremente, nos llevó a descubrir varias cosas: muchos pensamientos e intentos de conocernos más interiormente, y también intentos de encontrar nuevas formas para pasar el “tiempo libre”. Retomar, tal vez, el hábito de la lectura, adentrarse en el arte de la cocina y experimentar recetas diversas, rutinas de ejercicios; o descubrir nuevas habilidades, como ejecutar algún instrumento, aprender nuevos idiomas o fomentar lo artístico, desde la pintura o el dibujo.

Un desafío en particular –que creo que más de uno llegó a experimentar– es el armado de un rompecabezas. Pero no uno pequeño, de 20 o 30 piezas, sino uno de más de 1000 piezas. En la casa donde vivimos con unas compañeras, encontramos una caja con un rompecabezas de 1000 piezas con un paisaje que mostraba un edificio antiguo, un amplio cielo azul con nubes y, en la parte inferior, muchas flores rojas, naranjas y amarillas.

Ya que estábamos con “tiempo libre” y no podíamos salir, luego del horario de trabajo nos animamos a empezar. A cada una le tocaba una sección del paisaje, e iba separando las piezas según los colores y según todo lo que le parecía que correspondía a su parte.

Para no hacer larga la historia, en las idas y venidas de nuestro intento por armar el rompecabezas, aprendimos varias lecciones que se aplican también a nuestro diario vivir:

1- Somos parte de un todo. Ya sea que lo queramos o no, somos como un gran rompecabezas. Y si bien podemos hacer solos las cosas que nos gustan, nos hace felices compartir y complementarnos con “otras piezas”. A veces nos perdemos y estamos como sin rumbo, pero al final encontramos nuestro lugar, al lado de las personas que nos comprenden y encajan con nosotros.

2- Muchas veces queremos forzar cosas que no son, cuando no es el momento ni el lugar. Nos pasó con varias piezas a las que les buscábamos la vuelta y no encajaban. Probábamos todos los ángulos posibles, pero no funcionaba. ¿Por qué? Porque simplemente no iban ahí. Después de dejar una pieza, buscamos otra. No coincidía. Y entonces probamos con otra. Y nada. Y así, hasta encontrar una que encajaba perfectamente en ese lugar.

3- Somos únicos. Aunque haya piezas muy parecidas entre sí, que se asemejan incluso en color y forma, no son completamente iguales. Todas son diferentes. Solamente la pieza correcta es la que encaja donde debe.

4- La importancia de considerar diferentes perspectivas. A mí me tocaba la parte del cielo, y todas las piezas que veía me parecían de un mismo tono celeste. Así, pasadas varias horas, ya no podía concentrarme. Paralelamente, observaba cómo avanzaban mis amigas. A veces yo veía algunas piezas que ellas necesitaban y ellas algunas que yo no conseguía ver; así, trabajando en equipo y ayudándonos entre nosotras para observar el paisaje, pudimos avanzar.

5- Perseverancia. Los que ya armaron rompecabezas de 1000 piezas entienden cuando llega el momento de la frustración, cuando parece que no se va a poder terminar, que hay muchas piezas que faltan y que hay piezas “estancadas” para las que nunca encontramos lugar. Pero dedicar un tiempo para avanzar (por lo menos un poquito), hace una gran diferencia.

Creo que uno de los mayores logros es poder terminar y decir: “Wow, yo hice eso”, “conseguí terminar lo que comencé”, “sé que fue difícil, pero lo logré”. Y sí, después de unos días de dedicarle tiempo, de comenzar animadas y más tarde querer abandonar en el camino –o de días que ni siquiera queríamos mirar la mesa donde seguían las piezas y los espacios aún vacíos– logramos armar las 997 piezas (porque 3 definitivamente estaban perdidas). Fue gratificante ver el paisaje finalmente terminado: cada pieza estaba en su lugar, todas encajaban perfectamente y formaban parte de ese todo.

Lamentablemente, no sabemos por cuánto tiempo más vamos a estar en esta situación. Algunos están lejos de sus seres queridos desde hace meses. Otros tienen dificultades en el trabajo. Y ¿qué decir de aquellos que tienen problemas de salud que los aquejan?

Abundan la incertidumbre, el miedo y la preocupación, pero también hay esperanza y buenas noticias. Somos parte de un todo y solos no podemos formar el paisaje completo. Únicamente si nos mantenemos unidos, cada uno haciendo su parte, descubriremos nuestro propósito y nos complementaremos como las fichas de un rompecabezas hasta que lleguemos a decir: “Soy parte importante en este todo llamado ‘vida’ ”.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2021.

Escrito por Juana Almada Carrera, técnica en Diseño Gráfico. Escribe desde Asunción, Paraguay.

Hoy: Norte de California

Hoy: Norte de California

Hoy: Norte de California

California es el tercer estado más grande de los Estados Unidos. Se extiende a través de más de mil kilómetros de norte a sur, pasando por una amplia variedad de climas. Exuberantes bosques de secuoyas, fértiles valles de cítricos, altas montañas nevadas, son algunos de los puntos turísticos más visitados. Cargada de historia, su laberíntica geografía deja reflejada la actividad humana, que sigue utilizando las abundantes riquezas.

Junto con mis hermanos comenzamos el recorrido desde San Francisco. Visitamos las calles empinadas y zigzagueantes de la metrópolis, las casas victorianas, el tranvía a tracción y el Palacio de Bellas Artes, que fue construido para la Exposición Internacional. Sin embargo, lo que me resultó más representativo fue la visita a la cárcel de Alcatraz. Sus paredes despintadas describen lo que vivieron algunos de sus presidiarios; con sus patios amurallados, sus pequeñas celdas y su elegante faro.

A las afueras de San Francisco, pasamos por el famoso puente Golden Gate. A solo doce kilómetros se encuentra un bosque de secuoyas gigantes con ejemplares de hasta 900 años. A lo largo de seis kilómetros de senderos se pueden recorrer los elegantes monumentos naturales que no dejan de sorprender por su porte alto.

Siguiendo por la ruta de norte a sur, incluimos en el recorrido algunos viñedos, con emblemáticos cascos de estancias y prolijos parrales. Lo más llamativo de la visita fue notar que muchos de los campos no estaban delimitados por cercos, algo que transmite una sensación de libertad y respeto.

Si bien disfrutábamos de cada paisaje y nos tomábamos nuestro tiempo, nuestro destino final en esa jornada era la visita a la casa de Elena de White. Con ayuda del GPS localizamos el museo nacional. Al llegar al sitio histórico, había finalizado el horario de visita; sin embargo, aprovechamos a tomar fotos de sus inmediaciones y conversar con el cuidador. Una de las nietas de Elena de White, que en ese momento estaba en una reunión familiar, se nos acercó para explicarnos la modalidad de visita y las pertenencias que aún se conservan, que expresan la gran labor de la escritora.

Dios tenía un propósito con los miles de manuscritos de su profeta: hacerle un bien a la humanidad. Allí, recordé este versículo: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21).

¡Gracias por los mensajes de advertencia y aviso enviados por un Dios tan amante! Leamos sus libros y que Dios nos ayude a seguir sus consejos.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2021.

Escrito por Analía Giannini, docente de Ciencias Naturales, nutricionista, escritora y viajera incansable.

Tu identidad sexual tiene un propósito

Tu identidad sexual tiene un propósito

Tu identidad sexual tiene un propósito

La homosexualidad no es un tema de elección, es un tema de adoración.

Dios te ha dado un sexo biológico. No es una equivocación que hayas nacido con las características sexuales que posees. Eres su criatura. Tu cuerpo le pertenece a él y debe ser destinado a adorar al Dios que lo ha diseñado. Así lo dice la Biblia: “Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo” (1 Cor. 6:20).

Por nuestra naturaleza pecaminosa, la tendencia natural es hacia el mal. Es por eso que en todo ser humano habita un deseo pecaminoso, difícil de dominar, que puja por corromper el propio cuerpo. Estos deseos se manifiestan en cada ser humano de manera diferente. No podemos anularlos, pero sí dominarlos por medio del Espíritu Santo, y renovarlos conforme a Dios (Efe. 4:22-25).

La inclinación sexual está constituida por factores internos (predisposiciones e impulsos innatos) y factores externos (estímulos y vivencias traumáticas infantiles). Además, hay factores genéticos, sociales, ambientales y cognitivos que juegan un papel importante. Los deseos sexuales hacia una persona del mismo sexo pueden aparecer desde la infancia. Sin embargo, la inclinación no define tu orientación sexual. Lo que define la orientación es la conducta.

Cuando una persona escoge conducirse contrariamente al diseño divino y al propósito que Dios le ha dado para satisfacer su inclinación, adora más su cuerpo que al Creador de su cuerpo. Decir que el deseo homosexual es pecado puede generar sentimientos de culpa y desesperación. Pero la culpa que lleva al remordimiento –en vez de al arrepentimiento– no procede del Padre de la bondad, sino del Príncipe de las tinieblas. Dios no condena nuestra tendencia hacia el mal porque sabe que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Sin embargo, espera que –en respuesta a su misericordia– no cultivemos el pecado. Su gracia no nos exime del deber, sino que nos invita a dominar las pasiones por medio de Cristo y a ser justificados por su sangre cada vez que recaemos en nuestros intentos fervorosos por tener vidas consagradas.

La Biblia es concisa al declarar: “No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los homosexuales, ni los afeminados heredarán el Reino de Dios” (1 Cor. 6:9,10).

Dios no pregunta cuáles son tus inclinaciones, sino cuáles son tus acciones. Dios te hizo libre para escoger. Libertad es actuar sabiendo que hay límites y que excederlos trae consecuencias. Libertinaje es abusar del don de la libertad para exceder los límites que esta compone. Dios te da libertad por medio de Cristo, y te aparta del libertinaje. Considerar erróneamente la libertad como licencia es el primer paso en dirección a corrompernos.

Dios no te condena por lo pecaminoso de tu deseo. En cada cristiano habita el mal de igual manera, manifiesto de diferente forma. Dios no condena el deseo, sino la conducta ante el deseo. Cuando decides conducirte satisfaciendo lo que te incita a pecar, tus conductas dan testimonio de tu adoración: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efe. 2:10). Así, decides si tu cuerpo es utilizado para la complacencia propia o si es reservado para rendir culto a Dios. De esta manera defines tu salvación.

El comienzo de la restauración de todo cristiano, independientemente de su inclinación sexual, parte del reconocimiento de su condición, y del arrepentimiento de su acción. “Solo Dios mismo puede proporcionar remedio, y esto lo ha hecho mediante el sacrificio de su Hijo. Todo lo que se pide del hombre caído es que ejerza fe: fe para aceptar las condiciones necesarias para perdonar su pasado pecaminoso, y fe para aceptar el poder que se ofrece para llevarlo a una vida de rectitud”, afirma el Comentario Bíblico Adventista en la explicación de Romanos 1:23, 24.

Las tendencias que van en contra del sexo que Dios te ha dado como un regalo no pueden cambiarse voluntariamente; pero cuando sometes tu voluntad a Dios, él es capaz de hacer el “querer como el hacer por su buena voluntad” (Fil. 2:13).

La verdadera adoración no consiste en otra cosa que dar gloria a Dios con nuestros cuerpos. Implica morir a los propios deseos, porque al conocer al Creador hay una profunda impresión de que solo lo que él demanda es bueno. Adorarle es obedecerle, aunque su mandato vaya en contra de lo que nuestro corazón dicta.

Recuerda: “Dios me ama como soy, pero no me deja como estoy”. Tal vez en tu corazón hay deseos que van en contra del propósito de Dios, pero debes saber que no hay condenación para aquellos que se rinden a los pies del Salvador (Rom. 8:1). Tu confianza no debe depositarse en ser capaz de hacer lo bueno, sino en que el Espíritu Santo te ayudará a abandonar toda obra que te aparta de Dios (Rom. 8:13).

Después de todo, la verdadera adoración no gira en torno a lo que a ti te complace, sino a lo que complace a Dios. “Pero Gracias a Dios que aunque érais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina que os transmitieron, y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Rom. 6:17-18).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 segundo trimestre de 2021.

Escrito por Por Vicky Fleck, estudiante de Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba y miembro de la Iglesia Adventista de Córdoba Centro, Argentina.

¿Es esta la voz de Dios?

¿Es esta la voz de Dios?

¿Es esta la voz de Dios?

Tres secretos para aprender a escuchar los mensajes del Cielo entre la multitud de sonidos discordantes.

¿Sabías que tu voz es única? Tal como las huellas digitales, cada voz es única e irrepetible. Cada voz tiene una intensidad y un timbre propio, lo que te permite reconocerla entre la multitud. Imagina que vas a un restaurante a encontrarte con un amigo. En cuanto abres la puerta, una oleada de sonidos golpean tus tímpanos: la música de fondo, la gente que charla, el tintineo de los cubiertos que rozan la superficie de los platos… Sin embargo, cuando oyes a alguien decir a lo lejos: “¡Estoy aquí!” inmediatamente sabes que es tu amigo. Puedes reconocer su voz, aun sin ver su rostro, porque lo conoces bien.

Como cristianos, creemos que Dios nos habla. Sin embargo, ¿cómo suena la voz de Dios? Aprender a diferenciar la voz de Dios de la multitud de sonidos y ruidos que nos rodean requiere práctica y paciencia, ¡pero es posible!

Por esto, quiero compartir contigo tres secretos para aprender a reconocer la voz de Dios.

Silencia al crítico interior
Lamentablemente, muchos tenemos un monólogo negativo que se repite constantemente dentro de nuestras cabezas, como un disco rayado. Esa voz nos dice cosas horribles, como, por ejemplo: “Eres un fracasado” o “Es demasiado tarde para cambiar”. Y dado que una parte de la labor del Espíritu Santo es convencernos de pecado, a veces pensamos que esta voz cruel que nos ataca continuamente es la voz de Dios. ¡Pero esto no es verdad! Si la voz que oyes hace que te sientas desesperado o desolado, entonces puedes estar seguro de que no es la voz de Dios (Juan 10:10). Dios no usa la culpa y el miedo como armas de coerción. Él nos atrae con su amor eterno e inagotable (Jeremías 31:3).

Cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado, lo hace por medio del ofrecimiento de la garantía del amor del Padre. Por esto, aunque reconocer nuestro pecado nos causa dolor, no desesperamos. En cambio, el amor de Dios nos da esperanza y el deseo de ser purificados. Recuerda que Judas traicionó a Jesús la misma noche que Pedro lo negó. Ambos discípulos pecaron. Sin embargo, Pedro escuchó la voz del Espíritu Santo y se arrepintió. Judas escuchó la voz del enemigo y se dio por vencido.

Entrena tus oídos
“Yo puedo oír todas y cada una de las notas que ella toca”, me dijo Carrie O’Toole, una autora estadounidense, durante una entrevista. La hija de Carrie toca el corno francés en una orquesta. Cuando Carrie asiste a los conciertos, puede distinguir claramente a su hija entre la multitud de sonidos. ¿Cómo es posible? Por dos razones. Primero, porque durante muchos años Carrie se dedicó a enseñar música. Segundo, porque Carrie conoce perfectamente la manera de tocar de su hija.

La voz de Dios también tiene un sonido único (Juan 10:27). Sin embargo, ¡debemos entrenar el oído para reconocerlo! Cuando el joven Samuel escuchó la voz de Dios por primera vez, no se dio cuenta de quién le hablaba (1 Samuel 1:3). Sin embargo, con el tiempo, Samuel desarrolló su capacidad para escuchar y reconocer la voz de Dios. Tú puedes hacer lo mismo. ¡Afina tus oídos para escuchar su voz!

Da el siguiente paso
Como dijo la famosa misionera estadounidense, Elisabeth Elliot, algunas veces simplemente debes dar el siguiente paso. En vez de quedarte estancado, paralizado en la indecisión, haz la tarea que tienes a mano, obedece en lo que ya sabes que Dios pide de ti. He notado que hay una especie de crescendo en la voz de Dios. A medida que lo obedecemos en las pequeñas cosas, lo oímos con mayor claridad y es más fácil obedecerle en las cosas grandes (Lucas 16:10). En su libro, Oyendo la voz de Dios, Henry Blackaby dice que nuestra “disposición a obedecer cada palabra de Dios es crucial para que podamos oírle hablar”.

También es importante reconocer que Dios nos da solo la información que podemos manejar; lo que necesitamos saber ahora. Como explica Priscilla Shirer: “Deseamos que Dios pinte el cuadro completo de inmediato, pero él, sabiamente, omite cierta información y verdades hasta que las necesitemos”. Así que, recuerda mantenerte fiel en las pequeñas tareas y con los oídos afinados. En el momento oportuno, él revelará su plan. Mientras tanto, da el siguiente paso.

La voz del Pastor

Jesús les dijo a sus discípulos que les convenía que él se fuera, porque así recibirían el Espíritu Santo (Juan 16:7-15). Estoy convencida de que, si estamos dispuestos a escuchar, el Espíritu utilizará cada oportunidad que se presente para hablarnos.

Prepara tus oídos. No te pierdas de escuchar la dulce voz del Pastor.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2021.

Escrito por Por Vanesa Pizzuto, Lic. en Comunicación y escritora. Es argentina, pero vive y trabaja en Londres.

¡Chau, apatía!  ¡Hola, motivación!

¡Chau, apatía! ¡Hola, motivación!

¡Chau, apatía! ¡Hola, motivación!

Revisa este listado de acciones simples que te mantendrán enfocado, resuelto y eficaz.

Existe una problemática que afecta a millones de personas en el mundo. No se trata del mortal coronavirus (COVID-19), tan real y difundido. Nos referimos al desgano y a la falta de motivación que muchos podemos tener en cualquier momento del año. Casi sin darnos cuenta, una sensación de desesperanza nos invade y nos quedamos inmovilizados. Así, como en estado de abandono, nuestros objetivos, propósitos y sueños pasan de largo. Y pasa también nuestra vida. ¿Qué hacer para que esto no ocurra?

Checklist para evitar la desmotivación

Descansa: Muchas veces la rutina nos aplasta y no permite que podamos pensar con claridad. Esto hace que nos desalentemos. Si es posible, tómate unas breves vacaciones o un fin de semana de descanso. Tu mente y tu cuerpo necesitan reposar.

Cuida tu cuerpo: Trata de mantener un estilo de vida saludable. Haz ejercicio diario, ingiere alimentos sanos y abundante agua. Además, intenta establecer una rutina de sueño estable. Eso te dará energía, y fortalecerá tu sistema inmunológico. Tener un cuerpo sano ayuda a estar bien y más enchufado en todas las actividades.

Revisa tus objetivos: Haz una evaluación de tus planes, así como de las metas que quisieras alcanzar. Tal vez, tu desmotivación se debe a que ya no te interesan ciertos temas. Revisa bien a dónde quieres llegar. Quizá el camino que estás tomando no es el adecuado.

Acepta lo que te pasa: Si investigas las biografías de quienes han sido reconocidos en la historia por sus invenciones; deportistas que obtuvieron reconocimiento mundial a través de premios; y personas que llegaron a la cumbre en distintas áreas, observarás que muchas veces tuvieron ganas de “tirar la toalla”. Esto les sucedió a ellos y te puede pasar a ti. Por tanto, es necesario aprender a convivir con estos periodos donde no tendrás el mejor ánimo.

No cedas ante el desánimo: Este punto se enlaza con el anterior. Puedes desanimarte, pero debes levantarte y seguir adelante. ¡Vamos! ¡No desistas ahora! Reinvéntate, ora a Dios y avanza con fe.

Este artículo es una condensación de la versión publicada en la edición impresa de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2021.