¿Ya viene el fin del mundo?

¿Ya viene el fin del mundo?

¿Ya viene el fin del mundo?

La guerra entre Rusia y Ucrania nos lleva a pensar en las señales que muestran que este planeta pronto se termina.

Como cristianos, podemos caer en el error de pensar que las señales que Cristo nos dejó como anuncios de la inminencia de su segunda venida son un fin en sí mismas. Pero, tenemos que estar seguros de lo que creemos, como dice Jesús en Mateo 24:14: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. Jesús dijo esto luego de dar algunos ejemplos de esas señales: guerras, rumores de guerras, pestes, hambres y terremotos (vers. 6, 7). Pero, hasta que no sea predicado el evangelio del Reino, no llegará nunca el esperado fin.

Si leemos el verso 4 de Mateo 24 –la advertencia principal antes de hablar sobre las señales en sí mismas–, Jesús nos dice que “nadie nos engañe”. El engaño es parte de la obra de Satanás, quien quiere dividir a la iglesia, causar discusión, miedo, peleas y dudas. Por esto, es nuestra responsabilidad velar para que las fake news no nos engañen. 

Aquí vemos la importancia de pasar tiempo con Dios. “Velar” significa estar al día con Dios, ser luces para las personas que viven en la oscuridad. Hay algunos errores que pueden prevenir únicamente aquellos que “velan y oran, para que no entren en tentación” (Mat. 26:41). 

Cuando hablamos de las señales, nos referimos a aquellas “pistas” que Jesús mismo nos dejó para que nos demos cuenta de los tiempos en los que vivimos. Estas deben alertarnos y no sorprendernos, si realmente estamos firmes. Oramos para que sepas y reacciones ante estas señales. 

La gran pregunta es: ¿Estamos cumpliendo la misión o nos estamos dejando desviar por las señales? El propósito de las señales es prepararnos para algo mayor y mejor: la segunda venida de Cristo. 

Me preocupa ver que muchos tienen temor frente a la pandemia del coronavirus, y creen cuanta información reciben por WhatsApp o Facebook, y no dudan en compartir a sus contactos, pensando que de esta forma estarán alertando a otros sobre la situación del mundo. También tenemos en este momento una guerra entre Rusia y Ucrania, y observamos que el mundo entero está paralizado sin saber qué sucederá mañana. 

Déjame decirte una cosa: Solo Dios tiene el control del mundo, solo él sabe qué sucederá mañana; por eso, no debes preocuparte sino, más bien, aferrarte a sus promesas y entregar cada día tu corazón a Jesús. Estoy convencido de que las señales fueron puestas para despertarnos espiritualmente y hacernos el llamado que de otra forma no percibiríamos de parte de Dios. Todos tendríamos que hacer un análisis de Mateo 24 y de toda la Biblia con respecto a la segunda venida de Cristo. Solo de esta manera podremos “perseverar hasta el fin y ser salvos” (Mat. 24:13). 

No es hora de estar callados ni de sorprendernos por lo que está pasando y pasará en este mundo de aquí en adelante. El lema de este año para los Jóvenes Adventistas es “Yo voy”. Un lema del todo oportuno.

Yo voy a prepararme cada día para no ser engañado. Yo voy a estar alerta a la situación del mundo confiando en que Dios está en el control. Yo voy a velar por mi salvación y la de mi iglesia cada día. Yo voy a fortalecer mi vida espiritual estudiando la Biblia, orando y compartiendo con otros las verdades de Dios. Yo voy a perseverar hasta el fin, sin importar las consecuencias, ya que el Señor tiene una corona lista para mí. Yo voy a predicar el evangelio, porque sé que es la única forma de aproximar la venida de Jesús. 

Si estás de acuerdo con cada una de estas afirmaciones, es porque el Señor quiere usarte para este tiempo. No es casualidad lo que está pasando; todo tiene una razón. El Señor te está llamando, no resistas más al trabajo que Dios empezó en tu vida; es ahora el tiempo para cumplir la misión. 

Esta cita de Elena de White me gusta, y me da fuerza y ánimo. La comparto contigo: “Dios espera un servicio personal de cada uno de aquellos a quienes ha confiado el conocimiento de la verdad para este tiempo. No todos pueden salir como misioneros a los países extranjeros, pero todos pueden ser misioneros en su propio ambiente, para sus familias y su vecindario” (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 30). Y, así como Jesús lloró al ver la situación de Jerusalén antes de su destrucción, también me duele observar cómo avanzamos hacia la destrucción de nuestro mundo actual, al hallar jóvenes perdidos en las drogas, adictos a las redes y sumergidos en “distracciones”, llevándolos a otro puerto que no es el ideado por Dios. Al ver iglesias vacías, hermanos desinteresados con y por la causa, es urgente el llamado a despertar de nuestro sueño espiritual. Cada señal es un paso más hacia el cumplimiento que tanto estamos esperando como hijos e hijas de Dios. 

Quisiera poder ver una iglesia unida y dispuesta, entregada a la misión de todo corazón. No te dejes llevar por este mundo, “porque aún un poquito y el que ha de venir vendrá y no tardará” (Heb. 10:37).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2022.

Escrito por Santiago Fornés, Lic. en Teología y capellán en el Instituto Adventista de Morón, Argentina.

Un perfume sin olor

Un perfume sin olor

Un perfume sin olor

Hoy meditaremos sobre unos versículos bíblicos que nos harán entender el valor de nuestro ejemplo hacia los demás. ¿De qué manera? Ahora te darás cuenta. ¿Estás listo para un nuevo viaje espiritual? ¡Allá vamos!

Como habrás leído, hoy hablaremos del perfume. Todo el mundo se identifica con un aroma en especial o tiene una fragancia favorita. De hecho, el perfume no es algo de nuestros días: se lo ha usado a lo largo de la historia. Interesante, ¿no? La palabra “perfume” procede de per-fumun, y su significado es “a través del humo”. Lo descubrieron cuando percibieron el aroma de una sustancia que desprendía un humo fragante al ser quemada; entonces decidieron comercializar y fabricar diversas esencias. 

Ahora que sabes un poco de la historia del perfume, me toca confesarte algo. Desde pequeño, mi sentido del olfato no se desarrolló muy bien. Me diagnosticaron anosmia crónica; así que, solo percibo muy pocos olores. Cada vez que alguien se acerca y me pregunta cómo huele, no me queda otra opción que sonreír y decir que, por más bueno que sea el perfume que se haya puesto, no puedo notarlo. 

La Biblia habla en varias oportunidades del “perfume”. Por ejemplo, cuando uno de los reyes visitó a Jesús tras su nacimiento, llevó incienso como regalo al pesebre de Belén. Otro ejemplo es el de María Magdalena, cuando fue al encuentro de Jesús y ungió sus pies con uno de los aromas más costosos que había en esa época. Dice la Biblia, en Juan 12:3: “Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro que costaba mucho, ungió los pies de Jesús, y se los secó con los cabellos, y la casa se llenó con la fragancia del perfume”. Me imagino que en ese momento Jesús se habrá sentido muy feliz. El objetivo de los perfumes es crear un buen clima y que las personas que están alrededor se sientan a gusto. Esto es muy similar a nuestro testimonio o a lo que nosotros somos para otras personas. 

Cuando hablamos de “testimonio”, es sencillamente la manera en que nos comportamos con las personas que nos rodean. Haciendo una comparación con el tema de hoy, podemos llamarnos pequeños envases de perfume. El apóstol Pablo, en la Segunda Epístola a los Corintios, dijo esto: “Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden” (2 Cor. 2:13). Uno de los efectos que automáticamente produce alguien que se convierte y desea caminar por las sendas de Dios es su buen ejemplo, con su caminar, su forma de ser, sus actitudes, lo que escucha, lo que mira, etc. Es un testimonio para sus prójimos. Pero ¡cuidado! Así como existen perfumes costosos y de renombre, también hay otros que son adulterados y ¡hasta falsos! Es importante pedir a Dios que nuestro carácter refleje cosas bonitas y que Cristo se vea en nosotros de manera genuina.

Cristo, en Cantares 2:1, se llama “La Rosa de Sarón” y el “Lirio de los Valles”. Una de las características de los lirios es que crecen entre pantanos, y ese lodo huele muy mal, pero aun así los lirios mantienen su fragancia. Podemos vivir en una sociedad que se encuentra lejos de Dios, pero esto no debería influir en nuestro objetivo. ¿Te acuerdas?: “Ser aroma fragante de Cristo”.

No te detengas, avanza contra la marea, no te dejes influenciar por las ideas malas que este mundo te presenta. Eres llamado a ser del equipo de Jesús, y no a conformar a tus amigos. Es momento de pedir a Dios que nos ayude a demostrar su personalidad de amor a los que no lo conocen y ser una real evidencia de su existencia. No seas un perfume sin aroma.

Nuestro viaje llegó a su final. Espero que lo hayas disfrutado, reflexionando juntos acerca de un tema que a veces se nos olvida. ¡Hasta una próxima estación espiritual!  

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2022.

Escrito por Lautaro Silva, autor de devocionales en YouVersion Bible (a través de “Twins Ministry”) y capellán en el Instituto Adventista de Los Polvorines (Bs. As., Argentina) @losmellissilva

Influencers

Influencers

Influencers

Claves para vivir mejor y ayudar a otros a lograrlo.

Entre los libros más vendidos del mundo se encuentran Don Quijote de la mancha, El Señor de los anillos y El Principito. Pero también se encuentra la Biblia, que ha sido traducida parcialmente a 2.454 idiomas e íntegramente a 438, y tiene millones de ejemplares vendidos. 

¿Cómo no pensar en la influencia que ha tenido este libro maravilloso que ha sido escrito por personas inspiradas por Dios?

Hoy, las personas que ejercen gran influencia en el mundo son conocidas como influencers. Actualmente, algunos de los influencers con más cantidad de seguidores son Kylie Jenner, Cristiano Ronaldo, Leo Messi, Auronplay, Elrubius y Selena Gómez, entre otros.

Un influencer trabaja con su imagen, pero lo más llamativo es el impacto que tiene en la vida de otras personas. Sus seguidores se guían por sus publicaciones y consejos, y hasta toman decisiones basados en ellos.

¿Cuál es nuestro estilo de vida? ¿A qué influencer admiramos y seguimos? ¿Qué tipo de influencia ejercemos nosotros sobre quienes nos rodean?

No necesitamos tener miles de seguidores para impactar la vida de las personas. Siendo cristianos, las personas que nos rodean y con las que nos relacionamos nos perciben y observan todo el tiempo. Así, somos un testimonio vivo en la vida de las personas. ¿Podrán ver a Jesús en nosotros?

Ahora bien, la pregunta es cómo podemos lograr que eso suceda. Simple: si nosotros seguimos a nuestro influencer por excelencia, que es Jesús, tenemos en su Palabra cuáles son los principios que debemos seguir, y un manual de instrucciones práctico con consejos, historias de vida y promesas que nos pueden ayudar a vivir siendo testimonios vivos e influyendo positivamente sobre la vida de las personas. Pero eso depende de nuestra decisión, porque bien podríamos ser influencers negativos, también.

Por ello, resulta clave que aprendamos a conocernos a nosotros mismos, autoevaluarnos y definir nuestras prioridades. Esto implica trabajar y esforzarnos por cultivar un carácter que nos permita construir un estilo de vida sano, conforme a la voluntad de Dios.

No somos perfectos, tenemos virtudes y defectos, pero lo que marca la diferencia es que si buscamos mejorar nuestros desafíos, con la ayuda de Dios, lograremos crecer, madurar y superarnos a nosotros mismos en la vida. Las cosas funcionan así, ya que primero debemos trabajar con nosotros mismos, porque no podemos dar lo que no tenemos.

En el transcurso de una investigación que realicé con el grupo de Neurociencias del Paraguay, trabajamos durante dos años con dos tipos de poblaciones a las que aplicamos una serie de diversos test psicométricos, a fin de obtener resultados que estén adaptados a la realidad cultural del Paraguay. 

Al culminar, pudimos visualizar una notoria diferencia en el rendimiento entre la población de las ciudades y la población rural. Y, como parte de la conclusión, se analizó que la mayoría de los niños de las poblaciones rurales, por el bajo nivel educativo, una desventajosa realidad socioeconómica y falta de oportunidades, no logra acceder a estudiar una carrera universitaria.

Eso nos llevó a analizar que la influencia del contexto de vida (incluyendo la realidad socioeconómica, cultural, nivel y calidad educativos y la dinámica familiar) condiciona el nivel de respuesta, actitudes y, por ende, de acciones y proyección en las diferentes etapas de la vida. Pero compartiré con ustedes el testimonio de uno de los participantes, que se sale de estas estadísticas. Se trata un amigo al que conocí y el cual me motivó con su historia de vida. 

Luis nació en el seno de una familia humilde, que vivía en las afueras de la ciudad, en el interior del país. Desde los 6 años, comenzó a trabajar en las calles de la capital limpiando vidrios de los autos, a fin de recaudar dinero para su familia. Desde pequeño, soñó con regalar una casa digna a su mamá, y se propuso buscar un mejor trabajo con la intención de poder estudiar y llegar a tener una carrera universitaria.

A los 16 años, luego de trabajar lavando autos en el estacionamiento de un canal televisivo, se ganó la confianza del guardia de seguridad, quien lo recordó por su responsabilidad, puntualidad y honestidad. Lo ayudó a preparar su CV para postularse a un cargo, y lo consiguió. Luis trabajó en el canal por tres años, donde fue promovido para trabajar en la asistencia de la producción de un programa del canal. Allí conoció a un hombre que, al escuchar su historia, lo ayudó a crear sus redes sociales y seguir páginas de entidades nacionales e internacionales que ofrecían becas de estudio. Por dos años Luis investigó, se preparó, hasta que un día decidió postularse a una beca. Lo citaron en una embajada de un país de otro continente, a fin de estudiar Derecho en una prestigiosa universidad.

Un mes después, me escribió contando que había ganado la beca, que viajaría para empezar sus estudios y que me agradecía por haber orado por él. Hoy sigue estudiando; ya está en el cuarto año de su carrera, y aún recuerda cuando todo era un sueño y hasta parecía imposible. Pero nunca dejó de insistir, persistir y esforzarse por avanzar hasta lograr su objetivo.

Con este testimonio aprendemos que, aunque es verdad que nuestro contexto de vida influye, tenemos la oportunidad de cambiar nuestro presente y nuestra proyección de vida. 

Hoy tenemos la posibilidad de elegir a Jesús, quien en su Palabra nos ha dejado preciosas promesas que nos ayudan a recordar, como dice en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Esta declaración nos permitirá, a su vez, influir positivamente en la vida de las personas que nos rodean.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2022.

Escrito por Melissa Rojas Romero, Lic. en Psicopedagogía y especialista en Trastornos del Neurodesarrollo. Escribe desde Asunción, Paraguay.  @lic.melurojas

El infierno son los otros

El infierno son los otros

El infierno son los otros

Diez consejos para hacer de este mundo un pedacito de cielo.

“No quiero salir más, ni quiero tener contacto con nadie presencialmente”. La alegría que caracterizaba a Juan (es un seudónimo, no el nombre real del protagonista de esta historia) había desaparecido por completo. El aislamiento que tuvo que guardar debido a la pandemia de la COVID-19 lo llenó de temor. Ese ser sociable, al que le gustaba conversar personalmente con sus amigos y hacer miles de actividades, se volvió solitario y hostil, aun cuando (con las adecuadas medidas sanitarias, como el uso del barbijo y el distanciamiento social) se reiniciaron las actividades en la iglesia y en la escuela bajo la llamada “nueva normalidad”.

Para Juan, todo había cambiado. Ya no era el de antes. Por miedo al contagio (aunque estaba vacunado), veía en cada persona alguien que podía contagiarlo. Así, se fue aislando cada vez más, al punto de no querer salir de su habitación.

¿Conoces a alguien como Juan? ¿O tal vez tú eres como él? Hay una realidad innegable: Esta pandemia nos ha vuelto más solitarios y distantes entre nosotros. Por diversas causas, tenemos la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y de pensar solo en nosotros, olvidándonos de todas las ventajas que implica la vida en comunidad.

Una frase muy famosa

El filósofo francés Jean-Paul Sartre (1905-1980) es el autor de la famosa frase “El infierno son los otros”. Quizá calificar de “infierno” a la gente que nos rodea sea algo exagerado, pero sí es verdad que a veces lo último que queremos es encontrarnos con determinadas personas, y que haríamos lo que fuese por no tener que intercambiar una conversación o compartir una actividad con ellas. Es cierto, también, que a veces necesitamos momentos de soledad para pensar y repensar decisiones. No obstante, si tenemos o sentimos rechazo por la compañía humana, estamos en problemas.

En tiempos de pandemia y encierro por coronavirus, de obligatoriedad de uso de barbijos, de personas que maltratan a los médicos con los que comparten el edificio, ¿se actualiza aquel postulado sartreano de que “El infierno son los otros”? ¿O el infierno es el virus? ¿O somos nosotros mismos, que creemos que los demás valen menos que nosotros y no los consideramos correctamente?

Normalizando lo que no está bien

Las restricciones de reuniones en espacios públicos y el trato libre cara a cara se han alterado durante la pandemia de la COVID-19. Mantener la distancia física para prevenir el contagio modificó la manera de relacionarnos con los demás en todos los ámbitos (familiar, laboral, educativo, afectivo, etc.), y nos llevó a pensar, en algunos casos, que no necesitamos de nadie para ser felices. Grave error.

Por la COVID-19, del espacio público y las interacciones cara a cara se pasó a la comunicación mediante pantallas. Y pensamos que esto es lo adecuado y que siempre será así.

Para no normalizar lo que no está bien, te proponemos los siguientes tips. 

  1. Mantén el equilibro. Que las pantallas o los medios tecnológicos para comunicarte con los demás no sean tu único medio de relacionarte con los otros. Usa las nuevas tecnologías de manera equilibrada.
  2. ¡Reactívate! En la medida de lo posible (con los pertinentes cuidados y hasta donde las reglamentaciones del lugar donde vives te lo permitan), organiza encuentros con algunos amigos cercanos para pasear, caminar, salir a comer, o –simplemente– conversar. Poco a poco, reinicia tus actividades sociales.
  3. No tengas temor. Esto te paraliza y te obnubila. No te deja actuar. Sí, ten precaución y cuidado. Pero no pierdas la oportunidad de volver a relacionarte cara a cara y de compartir conversaciones y momentos con tus amigos.
  4. No te quedes atrás. Seguramente, las prácticas de tu equipo de fútbol (o de algún otro deporte) ya retomaron; algo similar ha sucedido con la práctica de algún instrumento o el ensayo de coro. Involúcrate en estas actividades si ya lo hacías antes.
  5. No te olvides de la empatía. ¿Qué significa esto? Es ponerse en el lugar del otro y fortalecer el interés por los demás, a fin de construir relaciones duraderas y asegurar un clima afectivo positivo en la iglesia, la escuela o la familia. Esta actitud implica una disciplina que implica comprender a los demás.
  6.  Confía y practica la confianza. Un aspecto esencial para fortalecer y mantener las relaciones con los demás es ser confiable. Para conseguirlo, debemos mantener la integridad en cuanto a nuestras opiniones y acciones, evitando cambiar constantemente de ideas respecto de lo que decimos o hacemos.
  7. Aprende a escuchar. Para mantener buenas relaciones con los demás, es necesario practicar una escucha activa, que consiste en atender el discurso de las otras personas sin interrumpir y dar señales de atender con interés lo que se dice.
  8. Si tienes que criticar, critica en privado. Jamás uses las redes sociales para criticar a un amigo. Dicho de otro modo, si tienes algo malo para decir, hazlo de manera personal y privada.
  9. Ten y mantén el buen humor. Si bien es cierto que hay problemas y tristezas, a nadie le gusta relacionarse (personal o virtualmente) con una persona que está todo el tiempo quejándose. Sé alegre y difunde alegría. Aun en medio de las crisis, aprende a compartir con los demás lo bueno de cada situación y la lección que puedes sacar de ella.
  10. Mantén el contacto. Algo importante para llevarse bien con el resto de personas consiste en tomarnos el tiempo necesario para ver cómo están los demás. Aunque parezca una cuestión bastante obvia, en ocasiones los días se pasan y no tenemos noticias de alguno de nuestros amigos… Puedes hacerles una llamada, escribirles algunos mensajes o ir a visitarlos, a fin de comprobar que se encuentran bien. Ten un trato cercano.

Un cielo aquí, en la Tierra

Es cierto que estamos en un mundo complicado, lleno de pandemias, guerras, enfermedades y muertes. Más allá de esto, Dios nos creó como seres sociales. Nuestra familia, nuestros amigos y quienes nos rodean están lejos de constituirse en un infierno para nosotros. Al contrario. Si sabemos cultivar las relaciones, la compañía de los demás bien puede volverse un pedacito de cielo en esta Tierra.

Por eso, recordemos y valoremos estos dos consejos bíblicos:

“Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante!” (Ecl. 4:9, 10, DHH).

“Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien. No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca” (Heb. 10:24, 25, DHH).

Recuerda que relacionándote de forma adecuada con los demás puedes tener una vida social agradable, y eso es vivir bien.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2022.

“Yo hago lo que quiero»

“Yo hago lo que quiero»

“Yo hago lo que quiero»

Por qué nos va mejor cuando cumplimos con las reglas y pensamos en los demás.

En 2021 me becaron para realizar un curso sobre resiliencia y ayuda a los demás. Los temas propuestos eran muy interesantes; además, estaba dictado por una organización prestigiosa, presente en varios países. 

En la primera clase, hubo algo totalmente llamativo. Pero, para entender su contexto, quiero aclarar que nos pidieron ingresar a la videollamada 15 minutos antes o a tiempo; en mi caso, ingresé a tiempo. Las clases se dictaban desde las 23 hasta la 1 de la mañana, ya que se lo hacía para varios países y el horario no era el mismo para todos. 

En fin, algunos compañeros no ingresaron ni 15 minutos antes ni a tiempo. ¿Qué sucedió con ellos? ¡No se les permitió el ingreso! Así como lees: no pudieron ingresar. Se les avisó que la regla estaba para cumplirse, que el horario había sido anunciado con tiempo y que esto serviría como enseñanza de que ante las emergencias no podemos llegar tarde. 

Realmente me sorprendió la actitud de los organizadores. El grupo de mensajería estallaba de reclamos, reproches, excusas, etc., pero los organizadores se mantuvieron firmes en su decisión: no podrían ingresar a la clase, no llegaron a tiempo. Luego, les hicieron llegar el link donde estaba la clase grabada, pero se perdieron la oportunidad de hacer preguntas, de dialogar con el expositor, de sacarse las dudas.

Ahora bien, ante tal nivel de exigencia, esperaba lo mismo del horario de finalización; más aún porque para mí era tarde, y al otro día las actividades comenzaban temprano. Pero, no fue el caso. Más allá de la puntualidad del comienzo, el curso terminó 30 minutos después de lo acordado, pero –pese a mis ganas de irme, no porque los temas fueran aburridos, sino por querer descansar– no podía irme porque al finalizar la charla se daría paso a la evaluación de la clase. 

Ante el pedido de varios de nosotros de que la clase concluyera, los organizadores listaron algunos “motivos”, según ellos válidos, por los cuales no podían hacerlo.

Esta situación me llevó a pensar en cuántas veces exigimos de los demás algo que no estamos dispuestos a cumplir. Al contrario, podemos encontrar maneras de “escapar” de esas exigencias:

  1. Nos disculpamos a nosotros mismos.
  2. Buscamos alguna justificación para nuestro accionar.
  3. Minimizamos el daño.
  4. No le damos tanta importancia.

Es sencillo, o mejor dicho, fácil pedir a las personas con las que nos relacionamos ciertos niveles de responsabilidad en situaciones que a nosotros no nos cuestan. Por ejemplo: Quizá te fastidie que alguien llegue tarde porque tú eres de estar puntual siempre; tal vez que alguien no termine su parte del trabajo a tiempo o con anticipación te genera molestia porque tú no eres así; puede ser que aceptar cierto compromiso para ti sea fácil, y no llegas a comprender cómo otro no tiene la misma actitud. La lista podría seguir, pero resumamos el punto diciendo que es más sencillo exigir a los demás aquello que a nosotros nos es fácil.

Sin embargo, cuando nos encontramos en una situación que requiere sacrificio, fuerza de voluntad o simplemente no nos es agradable, podemos encontrar “miles” de motivos para excusarnos por no haber logrado aquello que se nos pidió. Ya Jesús había dicho que era más fácil mirar la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro. Y no solo en el nuestro, sino también en el de nuestros más allegados. ¡Cuántas veces minimizamos el accionar de nuestros queridos! 

Estas actitudes, esta forma de proceder, generan un ambiente en el que no podemos crecer, en el que nuestras relaciones no pueden ser positivas; un ambiente tóxico.

¿Qué podemos hacer? Creo que debemos poner en práctica, día a día, relación a relación, momento a momento, las palabras de Jesús en Mateo 7:12: “Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia”.

Deberíamos dejar de andar exigiendo a las personas una conducta, una forma de ser, una manera de comportarse. No somos quienes para exigir. Quizá deberíamos mostrarnos más empáticos, y ser ejemplos. Esto no significa disculpar todo o aceptar cualquier conducta o accionar. Volviendo al curso, había que llegar a tiempo, eso es cierto; pero también es cierto que debería haber terminado a tiempo.

La clave es el equilibrio, algo tan difícil de alcanzar, pero tan necesario.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2022.

Escrito por Jimena Valenzuela, Magíster en Resolución de Conflictos y capellana en el Instituto Adventista de Avellaneda, Bs. As., Argentina.