El mejor trabajo del mundo

El mejor trabajo del mundo

El mejor trabajo del mundo

¡Nueva sección! Desde aquí hablaremos del Plan Maestro de Desarrollo Espiritual de Salud. Para este año, tenemos cuatro temáticas que abarcarán nuestra salud de manera integral. Hoy empezamos con la parte física. Porque vivir bien es cuidar tu cuerpo.

Compitió con 35.000 aspirantes de todo el planeta para conseguir el denominado “mejor trabajo del mundo”, y ganó. En 2009, Ben Southall logró quedarse con la vacante que todos querían ocupar: trabajar como conserje de la paradisíaca Isla Hamilton, ubicada en el Pacífico sur.

¿Cuáles serían sus tareas? Pasear y recorrer la isla, disfrutar del mar, relajarse en un spa, bucear y explorar sus hermosas playas, vivir en una casa con piscina; escribir en un blog sobre eso, y subir fotos y videos a fin de promocionar el turismo. Por hacer eso todos los días, recibiría un salario de 110.000 dólares al mes. ¡Quién no quisiera tener un trabajo y una paga así!

Pero, no todo lo que brilla es oro. “Trabajé mucho”, dijo Ben en una entrevista tres años más tarde. “Debería haberse titulado ‘el trabajo más pesado del mundo’. Cada día era una experiencia distinta: montar en jet ski, hospedarme en hoteles de cinco estrellas, bucear. Y luego escribir sobre todo eso. Me agotaba a veces. Además, tengo una ética laboral muy estricta. Por otro lado, hay 150.000 personas trabajando en turismo en esta región (Queensland, Australia), así que la presión era bastante alta por la responsabilidad que sentí hacia ellos y por la competencia”.

Este trabajo soñado también tenía peligros: En una ocasión, Ben fue picado por una medusa irukandji, cuyo veneno puede ser letal.

Ahora quiero que sepas algo. Si bien el trabajo de Ben Southall era espectacular, tengo que darte una noticia: tú tienes el mejor trabajo del mundo. Sí. Consiste en lo siguiente: debes cuidar una precisa y maravillosa máquina, más inteligente y productiva que el último smartphone del mercado y que la mejor supercomputadora del mundo. Es una máquina de un valor inestimable, aunque no debes pagar nada por ella: ya es tuya. Esa sensacional máquina es tu cuerpo.

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La tecnología, la celeridad, el nuevo ritmo de vida y las exigencias laborales, sociales y de todo tipo han sometido a las personas a demasiados cambios en muy poco tiempo. Así, quedamos como indefensos y hasta desorientados, inmersos en un estrés desgarrador. La acelerada velocidad del cambio tecnológico y social deja a las personas confundidas y desconectadas.

Según un reciente estudio de una conocida consultora, para el 28 % de los argentinos la primera actividad del día es mirar la pantalla del celular. Y el 11 % de ellos habrá repetido la escena más de 200 veces antes de irse a dormir. Es posible aplicar esto a muchas realidades de otros países del mundo. El celular es un artefacto formidable y, a su vez, un arma de distracción masiva.

Lo mismo ocurre con la comida. Cada vez con menos tiempo para cocinar y elaborar platos nutritivos, caemos en la tentación de la comida rápida, la que también rápidamente causa estragos en nuestro organismo.

Mal alimentados, cansados, estresados, agotados y “tecnologizados”, poco o nada de tiempo nos queda en el día para realizar ejercicios físicos. Todo esto tiene consecuencias. Cada año, 21 millones de personas mueren por paros cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Sí, muchísimos más millones que por el COVID-19. Todos, y es correcto, seguimos las medidas para evitar el contagio del coronavirus: guardamos distancia social, usamos tapabocas y nos lavamos las manos. Pero ¿tenemos en cuenta que un estilo diario poco saludable es mucho peor que esta gran infección mundial?

Es hora de un cambio. Este cambio debe empezar hoy, no mañana.

Cinco pasos prácticos

Nadie ejecuta en el piano una sinfonía de Mozart de la nada, ni corre un maratón de 42 kilómetros sin entrenamiento. Las cosas importantes no llegan por arte de magia, sino que requieren práctica, planificación y esfuerzo. Lo mismo pasa si quieres tener hábitos saludables. Si estás esperando a que venga el “hada madrina” con su varita mágica y te toque a fin de que empieces una vida nueva, espera sentado nomás. Eso no ocurrirá.

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La hora de comenzar

El COVID-19 nos puso en alerta. Debemos estar atentos, tener buenas defensas y un sistema inmunológico preparado para resistir las enfermedades.

Cuidar nuestro cuerpo no es solo nuestro privilegio, sino también nuestra responsabilidad. Forma, además, parte del plan de Dios. “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente” (3 Juan 2, NVI).

Cuida tu cuerpo: Tienes el mejor trabajo del mundo.

¿Qué no hacer?

• Ser sedentario.
• Dormir menos de 8 horas por día.
• No beber agua.
• Desayunar poco o nada.
• Cenar en forma abundante.
• “Picar” entre horas.
• Tener pensamientos que producen estrés.
• Comer abundantes dulces, galletas, chocolates.
• Pasar demasiado tiempo frente a la pantalla (televisión, computadora, videojuegos).
• Cepillarme los dientes solo cuando lo recuerdo.

¿Qué hacer?

• Ejercicio al menos 4 días por semana.
• Dormir al menos 8 horas por día.
• Ir a la cama a las 22 (o antes).
• Beber 8 vasos de agua por día.
• Desayunar de manera abundante.
• Controlar el consumo de postres.
• Limitar el uso de la computadora y del celular.
• Tomar varios momentos del día para relajarse y descansar.
• Consumir frutas y verduras y (preferentemente) evitar el consumo de carne y productos refinados.
• Tomar sol de manera moderada y en los horarios correctos.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del … trimestre de 2019.

Escrito por

Cuándo hablar y cuándo callar

Cuándo hablar y cuándo callar

Cuándo hablar y cuándo callar

Las palabras que emitimos tienen mucho poder para construir buenas relaciones… o para destruirlas.

Mira lo que dicen estas tres frases:

“Cuánto más hable, mayor será el riesgo de decir alguna tontería” (Robert Greene y Joost Elffers).

“En el mundo hay muchas clases de personas diferentes, y usted no puede suponer que todos reaccionarán de la misma manera frente a sus estrategias” (Robert Greene y Joost Elffers).

“Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno” (Colosenses 4:6, NVI).
Las dos primeras frases son de un libro que se llama Las 48 leyes del poder (aunque no estoy de acuerdo plenamente con lo que dice ese libro). La tercera es un versículo de la Biblia.

¿Qué tienen en común? En primer lugar, la prudencia, seguida por la capacidad de pensar antes de emitir palabras. También, tener en cuenta a quién me estoy dirigiendo, reconociendo que todos somos diferentes. Por último, la audacia para entablar un diálogo amable.

Ha comenzado un nuevo año. El anterior —con sus particularidades, con la pandemia, con la cuarentena y con el trabajo y el estudio online— nos obligó a convivir de una manera que quizá no teníamos presente o a la que no estábamos acostumbrados.
Lo cierto es que, creo que a todos, nos ha ayudado en alguna medida a convivir mejor. Sin embargo, lejos de habernos graduado en la escuela de “la paz”, seguimos en camino. Una de las cosas más difíciles de aprender es cuándo hablar y cuándo callar, cuándo decir todo lo que sabemos y cuándo no; y sobre todo, cómo decirlo. El sabio Salomón dice que hay tiempo para todo, y seguramente deberíamos escucharlo.

Alguna vez, o varias, he cometido el error de decir algo verdadero sin tomar en cuenta si era el momento, el lugar, la persona o, simplemente, si era yo quien tenía que decirlo (por ejemplo: el tema de papá Noel o los “reyes magos”, que no voy a aclarar aquí… quien no sepa de qué hablo pregunte a sus mayores).

Es cierto que debemos ser sinceros siempre y no deberíamos ir por la vida mintiendo. Nunca la mentira es una buena idea. Sin embargo, deberíamos preguntarnos si somos llamados a decir “esas verdades” a cualquier costo.

¿Escuchaste hablar de la “comunicación afectiva”, es decir, aquella que tiene en cuenta los gestos, las emociones, las vivencias, el tono de voz y el momento? Sí. No solo las palabras importan. Hay otros elementos en juego que deben ser tenidos en cuenta antes de dar un mensaje: la manera, las acciones que acompañan mis palabras, mis gestos, el momento en que se encuentra mi interlocutor o en el que me encuentro yo.

Comunicarse no es tarea sencilla. Creo que todos, como dije, seguimos aprendiendo. Por eso te dejo ocho preguntas para que te hagas antes de comunicar algo. Si a todas respondes que sí, entonces seguramente vas por buen camino. ¡Alerta, spoiler! Cuidado: no te confíes. Verás que cada una de las preguntas está acompañada por algunos textos bíblicos, porque el más interesado en que nuestras relaciones sean saludables es Dios.

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¡Cuántos malentendidos, cuántas lágrimas, cuántas relaciones rotas se evitarían si tan solo siguiéramos los consejos de Dios!
Siempre debemos decir la verdad. Siempre. Desde luego, siguiendo los consejos y el ejemplo del Señor: “Jesús no suprimía una palabra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su trato con la gente, hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención. Nunca fue áspero ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena inútil. No censuraba la debilidad humana. Decía la verdad, pero siempre con amor” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 12).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2021.

Escrito por  Jimena Valenzuela, Magíster en Resolución de Conflictos y capellana en el Instituto Adventista de Morón, Bs. As., Argentina.

¿Una lata de sardinas?

¿Una lata de sardinas?

¿Una lata de sardinas?

Sacamos cuentas para ver qué cantidad de animales realmente entró en el arca de Noé.

Una noche, leímos en el culto familiar los capítulos 7 y 8 del libro Patriarcas y profetas. Allí, Elena de White escribe sobre la construcción del arca de Noé y lo que ocurrió en el diluvio.

Suelo hacer preguntas todo el tiempo y en ese momento estaba buscando un tema para trabajar en la materia “Proyecto” en mi colegio. Pero esta vez fue diferente.

¿Cómo hizo Noé para que tantos animales entraran en esa caja?, pensé. Se estima que existen entre 5 y 10 millones de especies de animales. Ciertamente no puede entrar esa cantidad de animales en un espacio de 135 metros de largo y 22,5 de ancho.

Pronto, con mi papá nos encontramos armando hipótesis y argumentos, buscando ideas y versículos sobre el tema.

Obviamente, concluimos que habían entrado, porque lo dice la Biblia y porque, si no, ¡no tendríamos animales terrestres y aéreos hoy!

La Biblia cuenta, en Génesis 6 al 9, la historia completa. Allí nos dice que de los animales puros entraron siete parejas (siete hembras y siete machos; es decir, catorce en total); y de los animales impuros, solo una pareja. ¡Así que, dentro del arca habría catorce jirafas! Era hora de investigar realmente.

Lucas Medina (un gran amigo) tenía que soportar mis “locas” ideas en esta materia. Sin embargo, terminamos poniéndonos de acuerdo para investigar este tema. Descubrimos de todo y nos cansamos de encontrar animales que ni sabíamos que existían.
Ahora bien, ¿cómo determinaríamos qué animales “entrarían” en el Arca? Esa era una pregunta bien complicada. Encontramos que en el ámbito intervencionista se utiliza el término “baramin” (de bara, creó y de min, tipo, especie o clase) de forma equivalente a la categoría familia de la clasificación taxonómica, la cual se aplica a las especies que Dios creó en la creación.

Esto nos dio una gran ayuda. ¡Esas eran las especies que entraron en el arca!

Esto ya nos reducía de unos 7,5 millones de animales (promedio de especies estimadas) a solo unas 359 familias (113 de mamíferos, 168 de aves, 55 de reptiles y 23 de anfibios) Llegamos a este número luego de haber eliminado de la lista a las familias que no entrarían en el arca, como los animales acuáticos o animales a los cuales no se les preparó un aposento, como los artrópodos (insectos).

En síntesis, determinamos que ingresaron a esa “caja” unas 740 parejas de animales (1.480 en total), de las cuales 462 parejas correspondían a animales puros.

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Al sumar el volumen que ocupaban las jaulas/aposentos que habíamos asignado a los animales, nos encontramos que en el arca nos sobraban 32.548,19 metros cúbicos. ¡Esto es un 79,37 %! Parece que fue muy grande el espacio no ocupado por animales, ¿no es cierto? Si pensamos bien, ese 79,37 % seguramente no estuvo desocupado: había que almacenar comida y agua, y también era requerido por las 8 personas que entraron en el arca.

¡Y siempre nos imaginamos que los animales estaban tan apretados como sardinas dentro de ese lugar! Esto demuestra como, por ignorancia humana, solemos pensar que las cosas que están en la Biblia son sinceramente imposibles. Cada vez que investigamos, más y más nos damos cuenta cómo la naturaleza y la Biblia están de acuerdo. Realmente la ciencia y la fe pueden trabajar juntas. ¿Por qué no lo harían, si tanto la naturaleza como la Biblia tienen el mismo Autor?

Cuando encuentres algo que no parece concordar, ten por seguro que solo hay tres opciones:

Hemos interpretado mal los datos extraídos de la naturaleza.

Hemos ignorado cosas al respecto con nuestra mente y ciencia finitas.

No tenemos que tener miedo de investigar.

Al estudiar la naturaleza, la creación, descubrimos cada vez más evidencias del diseño y del amor que Dios demuestra por nosotros.

¡Dios quiere que seamos científicos! Él quiere que lo adoremos y glorifiquemos por sus maravillas y por la obra de sus manos.

¿Cuál es el tema que vas a investigar hoy?

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2021.

Escrito por  Brenda Geisse Beskow, estudiante de Biología en la Universidad Nacional de Córdoba. Asiste a la Iglesia Adventista del IAC, Córdoba, Argentina.

Hoy: un viaje por Austria

Hoy: un viaje por Austria

Hoy: un viaje por Austria

Sobre el país

Capital: Viena.
Superficie: 83.871 km2.
Población: 8.823.054.

En el corazón de Europa

Austria cuenta con salida al mar. Limita con la República Checa y Alemania al norte, Eslovaquia y Hungría al este, Eslovenia e Italia al sur, y Suiza y Liechtenstein al oeste.

La terminal de ómnibus estaba cerrada. No había contratado el hospedaje. Providencialmente, había conocido a un grupo de amigos que estaban recorriendo Europa. Al comprender mi situación, me invitaron a pasar la noche con ellos en la casa de un amigo de la provincia de Mendoza (Argentina) que hacía años que vivía en Viena.

No me imaginaba lo que Dios tenía preparado para el día siguiente. Como les quedaba desocupado un lugar en la camioneta que habían alquilado, me ofrecieron hacer el tour con ellos.

Austria es un país relativamente pequeño, con pueblos situados en paisajes maravillosos. Sus casas típicas, sus calles empedradas, sus castillos y abadías estratégicamente ubicados, lo convierten en un país de múltiples postales.

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Mi estadía por Austria fue muy breve, pero muy provechosa. Sus anécdotas cavaron hondo en mi corazón. Qué agradable es vivir en honestidad, respeto y transparencia. Qué lindo es cumplir lo que la Ley de Dios dice y ser feliz. Por eso, Romanos 12:2 (NVI) nos recuerda: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.

La perla de Wachau.

El río Danubio es sumamente pintoresco. Es el segundo río más largo de toda Europa, después del Volga. Los valles y los pueblos a su alrededor son bellísimos, como la pequeña comunidad de Durnstein, en la región de Wachau. Tiene solo 900 habitantes y se ubica al pie de las ruinas de un famoso castillo al que se puede acceder caminando por un empinado sendero.

La Abadía de Melk

Es uno de los monasterios cristianos más famosos del mundo. Fue fundado en 1089, y cuenta con una gran biblioteca y una extensa colección de manuscritos.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2021.

Escrito por Analía Giannini, docente de Ciencias Naturales, nutricionista, escritora y viajera incansable.

A todo el mundo

A todo el mundo

A todo el mundo

¡Nueva sección! Desde aquí, mostraremos cómo cumplir nuestra misión real en un mundo virtual.

Siempre tuve el deseo de predicar como lo expresa Apocalipsis 14:6: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo”. Sí. Predicar así, a toda tribu, nación y lengua. Por ello, decidí usar las redes sociales para poder llevar el mensaje a todo el mundo sin tener que salir de casa, ya que por motivos académicos no podía viajar ni ser un misionero establecido físicamente en otro país.

Con un poco de intriga sobre lo que pasaría, grabé mi primer video de un minuto y lo subí a Instagram. Lo hice usando solamente mi celular y la lámpara de mi sala. Antes de publicarlo oré a Dios y le pedí que me concediera la oportunidad de llevar una persona a sus pies. Así fue como comenzó #viralizandoelmensaje. Luego de publicar el primer video, noté que algunas personas empezaron a compartirlo en sus stories, y les pregunté si podía orar por ellas.

Pasaron solo treinta minutos y recibí una respuesta. El mensaje era de Betzabe y sus palabras fueron: “Quisiera que ores por mí; me gustaría estudiar la Biblia”. Aquel mensaje me quitó el aire, porque sabía que Dios estaba respondiendo mi oración. Mis ojos se llenaron de emoción y respondí con mucha alegría que yo podría ayudarla a completar las lecciones que le faltaba estudiar.

Nunca pensé que a través de una pantalla podríamos conectarnos con personas sinceras y sedientas de Dios…

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Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2021.

Escrito por Fernando Marroquin, Traductor e Intérprete y Creador de Contenido. Asiste a la Iglesia Adventista de Miraflores, Perú.