Lecciones instantáneas
Un campamento, un almuerzo y un puré de papas que no salió del todo bien.
Hace un par de años estábamos en un campamento de consejeros, recargando los pulmones de aire puro entre medio de los árboles. Ya casi terminaba el evento. Almorzábamos, y a casa. Incluso, algunos, ya se habían ido en los primeros autos que iban llevando gente. Los que quedábamos, no queríamos que el campamento terminara.
Así que ahí estábamos, charlando y comenzando la tarea culinaria, muy lentamente. Era la última comida del campamento. Los chicos preparaban papas fritas. Las demás chicas se habían ido y sólo quedábamos Nati y yo. Nuestro menú era fácil. Como era la última comida tenía que ser algo de rápida preparación. Mirábamos cómo los chicos sacaban unas papas muy dudosas del aceite. Algunas muy cocidas, y otras muy crudas. Y la mayoría tenía las dos cualidades: por dentro crudas y por fuera muy cocidas.
Nosotras sacamos, muy orgullosas, las milanesas de soja ya preparadas y el paquete de puré instantáneo de las mochilas. Nos creímos muy prácticas. En unos minutos estaríamos comiendo… ¡y muy rico!
–¿Vos sabés cómo se hace? –preguntó Nati.
–Obvio, contesté. Debe ser así.
Cabe resaltar que ninguna había hecho un puré instantáneo antes, pero pensamos: se debe calentar agua hasta que hierva, echamos el polvito de puré, revolvemos y listo.
No pretendo que esto se convierta en una sección de recetas, pero así no es como se prepara un puré instantáneo. Ahora lo sé.
El agua hervida saltaba y hacia chisporrotear el fuego y las cascaritas de papa fueron insuficientes para tanto líquido. Cuando nos dimos cuenta del error, creímos que la mejor solución era dejarlo cocinarse más tiempo, así el agua se “evaporaba”. ¡Era una deducción brillante! Excepto que el puré no pensó lo mismo que nosotras. Cuando comenzó a pegarse en los bordes de la olla, nos dimos cuenta de que eso no iba a mejorar y que era el momento de sacarlo del fuego.
En fin, el puré no quedó apetecible. Demasiado líquido y desabrido. Por otro lado, las milanesas tampoco colaboraron demasiado. Las había llevado hechas desde mi casa. Es decir, habían estado todo el campamento en la mochila. Cuando las sacamos del envase, nos dimos cuenta de que habían perdido la hidratación y estaban -siendo generosa- sumamente duras.
–Eso parece cartón con pan rallado –dijo sonriendo uno de los chicos. Tristemente, tenía razón.
El único consuelo que me quedaba, era ponerle mucho limón. Había traído uno del árbol de casa, pero al cortarlo, notamos que estaba seco y que no iba a poder salvarnos.
Sentadas en el pasto con nuestros platos nada ricos, mirábamos a los chicos que ya les habían agarrado la mano a sus papas fritas y les estaban saliendo hermosas. El olorcito llegaba hasta nuestro rincón como una burla silenciosa desde la unidad de varones.
Qué diferente habría sido el almuerzo si hubiéramos leído las instrucciones del paquete, ¿verdad?
En realidad, lo leímos, pero demasiado tarde. Descubrimos que, no solo le erramos en la proporción correcta de líquido, sino que también llevaba leche.
En el Club de Conquistadores he aprendido muchas cosas. Por ejemplo: ¡cómo no hacer un puré instantáneo!
Así también sucede en la vida espiritual: hay veces en las que creemos saber cómo hacer las cosas. Creemos que no necesitamos instrucciones. Creemos que podemos solos.
Quiero decirte que no es así y que, lamentablemente, nuestro orgullo se convierte en frustración. Pero qué bendición saber que tenemos un Padre en los cielos que nos dejó en su Palabra las recetas para todos los días de nuestra vida. Y no solo nos da las recetas: si se lo permitimos, también nos guía en cada paso de la preparación.
Cuando me siento tentada a no obedecer la Ley de Dios, siempre recuerdo aquel puré desabrido y este versículo que tiene mucho gusto: “Fíate de Jehová de todo tu corazón. Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5, 6).
Este artículo ha sido publicado en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.
Escrito por Abril Pesoa, miembro de la Iglesia Adventista de Paraná Centro (Entre Ríos, Argentina) e integrante del Club de Conquistadores Lemuel.
0 comentarios