¿Está mal querer ser rico?
Cuando el dinero (no) hace la felicidad.
Hablar de dinero siempre es un tema complicado. En los tiempos de los apóstoles, se creía que la riqueza era una señal de la bendición de Dios. Así, cuanto más tenías más santo debías de ser. Con el tiempo y el testimonio de los mártires, algunos desarrollaron la idea contraria, haciendo de la pobreza y del sufrimiento una prueba de fe o de santidad.
Entonces, si el dinero o la pobreza no son determinantes, ¿está mal querer ser rico? Antes de anticipar una respuesta, es necesario repasar algunos conceptos importantes de la Biblia
No podemos vivir para el dinero
Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores […] no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24). El problema está en la actitud hacia el dinero, y no en el dinero en sí. Si sirvo a Cristo, mis recursos van a estar dedicados a su obra; si no, solo voy a estar concentrado en conseguir más dinero.
Pablo escribió: “Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:10) ¿Significa esto que el dinero es malo, causante de dolores y que nos hace extraviar de la fe? No, el problema no es el dinero, o la riqueza, en sí mismos: es el “amor al dinero” y la “codicia”; es el lugar y el propósito que se le da en la vida.
No podemos negar su importancia
Dios no tiene problemas con el dinero; de hecho, desea que prosperemos “en todas las cosas”, siempre que el crecimiento sea también espiritual (3 Juan 1:2). Además, en Deuteronomio 8:18 dice: “Acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas”. El Señor no reparte dones que sean malos; todos los dones que da son para la edificación de la iglesia. Entonces, ¿cuándo surgen los problemas? Cuando nos olvidamos de Dios.
Adoramos a Dios con nuestros bienes y recursos. El diezmo y las ofrendas son parte de nuestro culto al Señor (Mal. 4:10-12). Con estos medios se avanza en la obra de predicar el evangelio.
Es obvio, pero comemos, nos vestimos y vivimos con dinero (Ecl. 5:19). Jesús habla de no preocuparnos en exceso ante estas cosas, sino confiar en que nuestro Padre conoce y suple nuestras necesidades. Pero, para esto, Dios bendice nuestros esfuerzos en el trabajo y la administración de los recursos que nos da a nosotros, a nuestros padres o a quienes nos ayuden si pasamos por una necesidad (Mat. 6:25-34). En las manos de Dios, nuestros bienes y riquezas pueden ser empleados en el servicio y la asistencia de quienes más lo necesiten (Hech. 4:34, 35).
Teniendo en cuenta estas consideraciones, ¿podemos afirmar que el dinero es malo y nada más? No, forma parte de la vida y debemos ser sabios en su administración. ¿Podemos lanzarnos a la búsqueda de adquirir bienes y recursos como si fuera lo principal en la vida? Tampoco. Lo primero es Dios y todo nuestro ser debe estar sujeto a su dirección. ¿Cuál es el equilibrio?
Estudiando los principios de mayordomía
En primer lugar, debemos recordar que todo pertenece a Dios; nosotros solo somos administradores de lo que él nos provee (1 Crón. 29:14). Así haya sido por herencia, esfuerzo o ingenio, todo viene por el Señor y tenemos que usarlo para el Señor. Veamos:
-Todo lo que hacemos debe ser hecho “para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).
-Los recursos obtenidos siempre deben tener un origen en prácticas honestas (Prov. 20:23).
-Seamos “dadores alegres” (2 Cor. 9:7). Adorar a Dios con los diezmos y las ofrendas es un privilegio (Mal. 4:10-12).
-Asegurémonos de estar haciendo “tesoros en el cielo”, no de buscar acumular bienes en este mundo. Seamos ricos “en Dios” (Luc. 12:13-21).
-Debemos aprender a tener contentamiento con las bendiciones que el Señor nos da (1 Tim. 6:6-8), estando dispuestos a administrar la abundancia o la escasez (Fil. 4:12, 13). Recordemos siempre que la felicidad no está en las cosas materiales que podamos tener (Luc. 12:15).
¿Cuál es el lugar que le doy en mi vida al dinero? ¿Es el dinero en sí mismo un objetivo o es solo un medio para ayudar a otros, predicar el evangelio y sostener a mi familia? Podría pensar que si obtengo mucho dinero y soy rico entonces podré dar mucho y hacer mucho para Dios. La Biblia nos demuestra que no necesito ser rico ni tener mucho dinero para poder hacer grandes cosas por el Señor. Pedro dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret […]” (Hech. 3:6-8).
Si tu deseo es servir a Dios, presta atención a no olvidarte de Dios (Deut. 8:11-18) y a que Jesús forme siempre parte de tu vida. Estudia los principios de mayordomía presentes en la Biblia y en los escritos de Elena de White
Un antiguo canto cristiano decía: Ego sum pauper, nihil habeo, me ipsum dabo (“Yo soy pobre, nada tengo, me doy a mí mismo”). Asegurémonos de que le damos al Señor la totalidad de nuestro ser, y entonces él bendecirá el trabajo de nuestras manos según su voluntad y sabiduría.
Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.
Escrito por Santiago Fornés, Lic. en Teología y capellán en el Instituto Adventista de Morón, Argentina.
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