¿Qué estás haciendo? ¡No pierdas más el tiempo!

¿Qué estás haciendo? ¡No pierdas más el tiempo!

¿Qué estás haciendo? ¡No pierdas más el tiempo!

Una “hippie” trotamundos que fue llamada por Dios para servir.

Hace ya varios años leí un cuento de Julio Cortázar que se llamaba “Instrucciones de cómo subir una escalera”. Hay cosas que para algunos son naturales, lógicas y obvias; pero otros necesitamos instrucciones. 

En mi vida espiritual, he notado cómo Dios me mostró cuándo y cómo subir el siguiente peldaño. Admito que a veces no era consciente de que estaba subiendo una escalera. Pero hoy, mirando hacia atrás, puedo ver el crecimiento. Desde la altura se aprecian más cosas, se ve el panorama completo. Sin embargo, es en el detalle, en el peldaño a peldaño, donde más noto el amor de un Dios cuyos planes son perfectos y precisos.

Me gradué en 2013 como licenciada en Turismo. En diciembre de ese año emprendí un viaje como mochilera, en el que recorrí seis países de Sudamérica. Esta podría llamarse la etapa “hippie” de mi vida. Solía decir que quería viajar para “encontrarme conmigo misma”. Lo que jamás imaginé fue que viajar me llevaría a encontrarme con Dios. 

Recuerdo que estaba “haciendo dedo” (solicitando que alguien que pasara por el camino me transportara de manera gratuita) en el Amazonas brasileño. Y allí Dios me llamó: “Nati, ¿qué estás haciendo? No pierdas más tiempo. Sígueme”. De ahí en adelante puedo decir que volví a nacer. Pero imagínense lo que es para un bebé aprender a subir una escalera: tuve tropezones y el crecimiento fue lento. Pero Jesús estuvo ahí, dándome la mano en cada escalón.

Entre 2015 y 2019 viví en la Ciudad de Buenos Aires, en Argentina. Fue allí donde me involucré en actividades misioneras de la Iglesia Adventista de Palermo. También fui voluntaria para una Organización no gubernamental. Siempre me gustó ayudar… aunque admito que, a veces, lo tomaba como una terapia. 

Mi deseo de viajar seguía vigente. Sentía que ya estaba en condiciones de subir una escalera cual inca en Machu Picchu. Empecé a averiguar, y encontré el SVA (Servicio Voluntario Adventista); un programa de nuestra iglesia que brinda la posibilidad de servir de diversas maneras en instituciones adventistas alrededor del mundo. Me inscribí, y en 2020 Dios me bendijo llevándome a Ecuador, más precisamente, al ITSAE-CADE. Allí colaboré en la formación de una Academia de Idiomas, y dicté algunas materias para las carreras de Enfermería y Contabilidad. 

Siempre digo que el voluntariado es un camino de ida. Una cosa lleva a la otra y, de repente, en 2021, fui una de las primeras voluntarias online, dando clases de inglés para un centro de influencia de Kazajistán. De agosto a diciembre de ese año fui convocada a coordinar uno de los grupos OYIM, en Famaillá, Tucumán, Argentina. 

Hoy en día, mayo de 2022, me encuentro en Uzbekistán, en el corazón de Asia Central; como una de las primeras voluntarias adventistas en venir a este país. 

“Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida, aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente”, escribió Cortázar.

Podría parafrasear el párrafo y decir esto: “Las escaleras se suben con la vista en el Cielo y los pies sobre la Tierra. Hacia atrás solo debemos mirar para recordar cómo Dios nos ha guiado y cuidado. Al costado, para ayudar a los demás. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, con la cabeza erguida como hijos del Rey del universo, aunque no tanto que los ojos dejen de ver a quien está a mi lado y necesita una mano. La respiración debe ser lenta y regular, recordando en cada inspiración la gracia de Jesús, que estamos subiendo esta escalera solo por su misericordia, y que en la cima nos espera su abrazo infinito”.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

Escrito por Natalia Díaz, Lic. en Turismo y misionera voluntaria en Uzbekistán.

«Si Dios quiere, se va a hacer”

«Si Dios quiere, se va a hacer”

«Si Dios quiere, se va a hacer”

Cuando tus sueños se hacen realidad

 “Here we are. I’ll be back this weekend for an event; if you need something, let me know… Thank you Andrew!” Esta frase fue la última que escuché del pastor al llegar a mi lugar de servicio. Mientras la decía, veía que se cerraba la puerta de mi pieza. 

Sentí algo de miedo. “¿Y ahora?”, pensé. Me quedé mirando hacia arriba. No lo podía creer. “¡Ya estoy acá!”, me dije. “No lo puedo creer”.

En ese instante, recordé mis ganas de ser misionero cuando oraba cada anoche arrodillado junto a mi cama antes de irme a dormir y mis ganas de ser misionero cuando llenaba los datos en la página para poder aplicar como voluntario. Recordé, incluso, todas las personas que se habían acercado para decirme que ellas también oraban por esta experiencia. 

Hasta ese momento, no me habia dado cuenta de que lo que le había pedido a Dios por tanto tiempo se había vuelto una realidad. 

No habían sido fáciles los últimos meses. Terminar el secundario, la pandemia de la COVID 19, la incertidumbre de si se podía viajar o no… Fue una montaña rusa emocional.  

A todo esto, tuve una complicación extra. Al entrar a Estados Unidos, tuve un problema en Migraciones y ¡casi me deportan! Y eso que tenía todos los papeles en regla. Finalmente, y gracias a Dios, puede llegar bien al lugar donde serviría por seis meses: el predio adventista de Wewoka Woods, en el Estado de Oklahoma.

Te podría seguir contando cómo fue el viaje, qué me pidieron, cómo me sentía y dar detalles que son importantes en sí. Pero, si te soy sincero, desde que salí de mi casa hasta que llegué al predio solo tenía en mi cabeza dos cosas. 

1-El versículo de Isaías 40:31 que dice: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

2-Una frase que mi mamá me repitió en todo el proceso previo al viaje: “Si Dios quiere, se va a hacer”.

Déjame decirte que fue así, no solo con el viaje hasta el lugar, sino en todo lo que a la experiencia misionera respecta. Dios estaba hasta en el más mínimo detalle, y me daba cuenta de eso.

Disfruté mucho todos esos meses en todos los campamentos, al ayudar en los seminarios con la cocina y la limpieza, coordinar la recreación y los deportes de las iglesias, predicar, hacer actividad misionera y trabajar con la Conferencia (Asociación) de Oklahoma. Asimismo, con el trabajo de mantenimiento del predio, el aprendizaje en cada tarea que me tocaba hacer y las distintas miradas respecto de la resolución de situaciones. Pero, por sobre todo, al notar claramente que en la Iglesia todos tenemos el mismo objetivo, en todos lados: tener una relación directa y cercana con Dios y predicar el evangelio.

Para mí, Wewoka Woods fue especial, porque estaba en el medio del campo. Y, si bien gané mucho al conocer personas increíbles y aprendier del trabajo, lo que conseguí por encima de todo es conocer a mi Creador, saber que estaba conmigo todos los días, hacer de mi tiempo como misionero algo único y valioso y darme una razón más por la cual confiar en él y seguir sus pasos.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2022.

Escrito por Andrew Block, estudiante y misionero argentino en un colegio de Estados Unidos.

“Ser misionera me formó y me ayudó a ser la persona que soy hoy”

“Ser misionera me formó y me ayudó a ser la persona que soy hoy”

“Ser misionera me formó y me ayudó a ser la persona que soy hoy”

Una renovada experiencia espiritual desde la antigua
tierra de las pirámides. 

Tengo 26 años y soy arquitecta. Egresé en 2015 de la escuela de Arquitectura de la Universidad Peruana Unión y viví dos años en El Cairo, Egipto, ya que serví allí como misionera voluntaria.

Mi historia con la misión viene desde hace mucho tiempo. Mis padres son misioneros de la Iglesia Adventista, y durante toda mi vida estuve involucrada en un ambiente misionero. El deseo de servir fue implantado desde niña.

El camino fue largo. Mi primera asignación fue servir como voluntaria en Londres. Luego de una semana, inicié los trámites necesarios. Sin embargo, por algunos factores, no pude obtener la visa de trabajo que necesitaba. No puedo decir que no me sentí desanimada. Pero Dios tenía un plan mejor.

Ese mismo día, mientras regresaba a casa, me encontré con el coordinador de Servicio Voluntarios de mi universidad. Allí, me presentó la propuesta de servir como misionera voluntaria en la ventana 10/40. Ya no iría a una nación occidental, sino a un país musulmán. El desafío era trabajar en Egipto como profesora en un colegio. 

El panorama era totalmente diferente. Llegué a casa, y comenté con mi familia sobre esta posibilidad. Pusimos todo en manos de Dios. En cuestión de días, todo estaba listo para que pudiera iniciar mi aventura misionera. Todo estaba dispuesto. Así, serví como profesora de Álgebra, Matemáticas, Inglés, Literatura, Música y Dibujo en el Nile Union Academy.

Formar parte de una familia de misioneros implica tener muchos desafíos y, a su vez, incontables bendiciones. Y encontré en el programa de Servicio Voluntario Adventista un medio por el cual retribuir con mi tiempo y mis dones parte de las bendiciones que recibí.

Egipto es uno de los países árabes más fascinantes del continente africano. Es una tierra de faraones, un país que nace a orillas del rÍo Nilo, lleno de historia y de riqueza, representadas por algunos de los monumentos más espectaculares de la humanidad. Los tiempos, las pirámides y los jeroglíficos despiertan admiración en todo el mundo.

No te lo voy a negar: existen muchas dificultades en el camino, como el idioma. Al ser un país musulmán, el idioma oficial es el árabe, pero con la práctica y el tiempo logras la manera de comunicarte con los demás. 

Actualmente ya terminé mi tiempo de servicio, pero me llevo conmigo los años de experiencia, y cada cosa buena (y mala) que me formó y me ayudó a ser la persona que soy hoy. He visto la mano de Dios en muchas formas desde que su providencia me presentó a Egipto como lugar de servicio, cuando presenté mi aplicación, mientras viajaba, cuando trabajaba allí y cuando tomé la decisión de servir por un año más. Y en todo tiempo y en los proyectos grandes y pequeños, Dios ha guiado cada uno de mis pasos. 

Te invito a que tú también pongas tus planes en las manos de Dios, a fin de que veas tus sueños realizados en tu vida y que los dones con los que Dios te bendijo puedan utilizarse en el campo misionero. Las opciones que tienes para servir y los lugares para ir son muchísimos, y estoy segura de que marcarán un antes y un después en tu vida personal y espiritual.

Dios te necesita. Sé un misionero, y tu vida nunca será la misma.

Si tienes el deseo de servir…

…y ser un misionero en el futuro, habla con el capellán de tu colegio
o con tu líder de Jóvenes.

Para más información, puedes ingresar a: 

https://www.adventistas.org/es/voluntarios/

Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.

Escrito por Daniela Viviana Concha Cornejo, arquitecta y misionera en la Ventana 10/40.

Misionero en la ventana 10/40

Misionero en la ventana 10/40

Misionero en la ventana 10/40

¿De qué se trata todo esto?

Desde pequeño escuché historias de misioneros. Sus experiencias parecían sacadas de un libro de aventuras, que siempre soñé con vivir. Y, al llegar a la Universidad Adventista del Plata (UAP), ese deseo se intensificó. Así, me alisté en la Escuela de Misión y comencé a crear mi perfil en la página del Servicio Voluntario Adventista (SVA).

Luego de terminar mis estudios en Teología y mi esposa los suyos, en Psicología, nos colocamos en las manos de Dios para que él nos llevara adonde pudiéramos servirlo con nuestros talentos y dones. Así que, en febrero de 2018 nos encontrábamos tomando un avión en el que comenzaríamos un viaje de más de 18.000 km… ¡directamente hasta Asia Central!

¿Qué es la Ventana 10/40?

En términos misioneros, se denomina así a la región comprendida entre los 10 y los 40 grados al norte del Ecuador. Abarca la región del Sahara y el norte de África, así como Asia Occidental, Asia Central, Asia Meridional, Asia Oriental y gran parte del sudeste de Asia. Está poblada por personas predominantemente musulmanas, hinduistas, budistas, animistas, judíos o ateos. Muchos Gobiernos de los países de esta zona están formal o informalmente opuestos a la obra cristiana de cualquier tipo dentro de sus fronteras.

Lucas y su esposa, Johana, con las vestimentas típicas del país donde sirvieron.

Nunca habíamos pensado que Dios nos conduciría a una tierra tan distante de la nuestra, y con una cultura y un idioma tan diferentes, pero el solo hecho de pensar en ellos hacía que nuestros corazones se acelerasen más por la emoción.

Salimos siendo verano en Argentina, con más de 30 grados de calor, y llegamos a estar tierras cercanas a Rusia en pleno invierno, donde la nieve cubría nuestros pies y en ciertos lugares nos llegaba hasta las rodillas. Pero no solamente el clima era totalmente diferente, también lo era el idioma. Nunca había escuchado a la gente hablar en ruso, y –debo confesarlo– los primeros días hacía que me doliera la cabeza al esforzarme por entender al menos “una” palabra; una. Pero, no. Ni eso.

Luego de que la emoción pasara, caímos en la realidad de que teníamos un gran mensaje de esperanza que compartir, pero no teníamos el idioma para hacerlo. Entonces, la frustración y el desánimo se posaron en nuestros corazones, al sumarse el hecho de no poder compartir “abiertamente” el evangelio porque estaba prohibido en ese país.

Luego de orar por varios días a Dios, preguntando por qué nos había llevado tan lejos sin poder compartir su Palabra, llegó el milagro. Un domingo, bien temprano en la mañana, llamaron a la puerta de casa (bueno, en realidad era la puerta de la iglesia, porque vivíamos debajo de ella). Cuando abrí, me encontré con un grupo de aproximadamente quince jóvenes, que por sus facciones no eran de ese país, sino de la India.

Me contaron que estudiaban Medicina en aquel lugar, y que una joven de la iglesia los invitó a escuchar sobre Jesús. Eso nos llenó de emoción. La mayoría de las personas en la India hablan inglés, y este era un idioma que también nosotros conocíamos. Así, comenzamos a compartir con ellos, al principio cada domingo y luego cada sábado, sobre Jesús.

Ser misioneros es el privilegio de compartir con otros la esperanza en Dios, pero el mayor de los privilegios es ver con nuestros propios ojos los milagros que él hace frente a nosotros.

Si tienes el deseo de servir…

…y ser un misionero en el futuro, habla con el capellán de tu colegio o con tu líder de Jóvenes.

Para más información, puedes ingresar a: https://www.adventistas.org/es/voluntarios/

Este artículo ha sido adaptado de la edición impresa de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2022.

Escrito por Lucas Muñoz, jefe de capellanes de la Universidad Adventista del Plata y coordinador del Servicio Voluntario Adventista.