Entendiendo el origen de mi identidad sexual
Fuimos diseñados por el Creador, y su plan siempre es el mejor.
Actualmente, nuevas corrientes sugieren que el origen de la identidad sexual no tiene que ver con el cuerpo, sino con la mente. Así, insinúan que lo que creemos ¡eso somos!
No comprender las diferencias entre ambas cuestiones ha puesto en riesgo la identidad de género de muchas personas, que cedieron a pensamientos que ponían en duda lo sabido; es decir, el sexo que les fue asignado a partir de sus características anatómicas.
El movimiento LGBTIQ+ lucha por más derechos para las personas que se autoperciben como sexuadas fuera de la normativa binaria: masculino o femenino. También está en auge la filosofía de la teoría Queer, que propone que en una misma persona el sexo, el género y el deseo sexual pueden no ser uniformes, ni pertenecer a una misma clasificación. Así, una misma persona puede ser físicamente de sexo masculino, pero tener un deseo sexual femenino, y por lo tanto, autodeclararse de género no binario, es decir, ni masculino ni femenino.
Esta teoría da una explicación alternativa para quienes tiene un cuerpo que biológicamente les asigna un sexo con el que no se sienten identificados, porque su deseo sexual los identifica más con una clasificación diferente de la que su biología natural les asigna.
Ahora, si bien es cierto que nuestros pensamientos acerca de lo que somos definen en gran parte lo que somos, ¿qué consecuencias pueden haber de dejarnos definir sexualmente por pensamientos que surgen de ideologías erradas y antibíblicas?
Frente a las problemáticas
Los problemas de identidad sexual desencadenan cuadros de depresión, ansiedad, bipolaridad y otros diagnósticos de desorden mental, producto de una desorientación y poca noción del autoconcepto, es decir, de quién soy. Durante la adolescencia, nuestro cuerpo comienza a experimentar cambios biológicos, que anuncian la llegada de la etapa de madurez sexual. Pero, aunque el cuerpo madura sexualmente, la mente y el espíritu deben atravesar un proceso lento de comprensión, dominio propio y responsabilidad para gestionar adecuadamente los impulsos que aparecen en esta edad.
Para los Queer, el deseo sexual es el que determina tu identidad sexual. Para Dios, el cuerpo que él ha diseñado no fue una equivocación, y es lo que determina quién eres no solo sexualmente, sino integralmente. Para Dios, el hecho de que no haya armonía entre lo que eres verdaderamente y lo que sientes no se resuelve con cambiar la forma de definirte a ti mismo, tampoco comportándote de una manera antinatural, uniéndote en relaciones íntimas y afectivas románticas con una persona de tu mismo sexo. Eso solo va pervirtiendo el diseño original.
Diseño original = Felicidad
Dios ha pensado en cada detalle al crear a los seres humanos. El Creador pensó en cómo el carácter de un hombre, su fuerza, su virilidad, su determinación y liderazgo serían el complemento ideal para la mujer, que es visionaria, detallista, creativa; posee mayor capacidad de detectar emociones, de poner en palabras lo que sucede y de organizar lo que está desordenado.
Lo femenino y lo masculino no solo se complementan, también hay diferencias que generan tensiones y roces inevitables. Cada sexo con sus peculiaridades, y cada relación heterosexual con esas tensiones y roces naturales, hacen que ambos tengan que trabajar –individualmente e interiormente– con el objetivo de poder ser más sumisos y humildes, a semejanza de Cristo.
El diseño de hogar cristiano en Edén no admite un modelo homosexual ni homoparental. No se trata de estereotipos normativos, tampoco de normas impuestas; ese modelo no fue hecho para que cada quién opine y decida sobre la base de su propia opinión. Como dice Romanos 1:24 y 25: “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador […]».
Algunos pretenden cambiar la verdad absoluta e inmutable de Dios por mentiras de hombres, de criaturas que pretenden ser más sabias que su Creador, negando su existencia y formulando teorías a partir de pensamientos dirigidos por el príncipe de las tinieblas. Definir tu identidad sexual por lo que piensas, aunque eso vaya contra el diseño de tu cuerpo, es una deshonra al Creador; es decirle a Dios a la cara: “Tú te equivocas”. Eso, para Dios, es una deshonra al cuerpo y desgarra su corazón.
Dios tiene poder para hacer nuevas todas las cosas, pero no puede obligarte a que le entregues tu corazón. El primer paso para que ocurra en ti una renovación del entendimiento, esa transformación que no tiene nada que ver con un cambio externo por miedo o por culpa, sino con una renuncia a lo que te habías aferrado –sean ideologías, pensamientos, ideas, ajenos a la cosmovisión divina de quién eres y lo que vales–, es rendirte a los pies del Señor, y confesarle que necesitas que traiga entendimiento a tu confusión y luz a tu oscuridad, a fin de que te brinde un propósito que defina tu verdadera identidad.
Dios te ha creado para algo mucho más grande que la sola satisfacción de tus deseos. Su plan de redención te incluye; tu identidad, para él, no es un asunto de elección, es un asunto de aceptación. Y recuerda que tu valor está determinado por el Único que se atrevió a tomar tus pecados sobre sí, y morir en una cruz por ti.
ste artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.
Escrito por Vicky Fleck, estudiante de Psicología y miembro de la Iglesia Adventista de Córdoba Centro, Argentina.
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