¿Importa la pureza sexual?
“Crea en mí oh Dios un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10).
Hay muchos mitos y prejuicios acerca de lo que significa ser puros sexualmente. Algunos entienden que reprimir la sexualidad es pureza. A otros les enseñaron que pureza es aborrecer el sexo, censurando los impulsos sexuales con severidad. Por otro lado, existen personas que piensan que la pureza y la sexualidad no tienen nada que ver entre sí, y que dar rienda suelta a las pasiones no tiene nada de impuro. Al contrario, que es natural.
La realidad es que todos tenemos un deseo sexual; Dios nos creó así. Si tú piensas que para ser puro es necesario no tener deseos sexuales, no solo estás equivocado, también estás yendo en contra de la naturaleza con la que Dios te creó. Ahora bien, la pureza es todo lo contrario: es tener esos deseos pero requerir un sacrificio a las pasiones, una renuncia al placer momentáneo, y una voluntad santificada.
Tener deseo sexual no es la causa de la impureza. No. La causa de la impureza es la conducta desenfrenada y apasionada, así como la voluntad entregada al servicio del placer sin medir consecuencias. Un principio olvidado en estos tiempos.
Cuando eres joven, preservar la modestia en tu conducta y no caer en un pecado sexual puede parecerte anticuado. Además, en un contexto hipersexualizado como en el que estamos inmersos, puede sonar aburrido conversar sobre el llamado de Dios a ser puros hoy. No obstante, esto no ha dejado de ser relevante para nuestra salvación y felicidad. Debemos abordar este punto. Lejos de ser una moda, es un principio moral esencial.
Durante la adolescencia, no suena convincente, tampoco atrayente, el hecho de reservar el uso de la sexualidad para el tiempo, el espacio y el contexto determinados para el que Dios la creó: el matrimonio. Pero, para Dios es importante. Por nuestro bien, ha marcado límites; y para nuestra bendición, establece principios que determinan lo que está bien y lo que está mal.
Si bien se asocia la pureza sexual con la virginidad, la pureza es mucho más que una condición física. No solamente es posible para quienes no han llegado a tener una relación sexual física. También lo es para aquellos que se proponen en su corazón tener una vida que agrade a Dios. No olvides que, si te arrepientes, Dios perdona y restaura; más alla de tus errores del pasado.
Así, en la etapa de soltería contempla un resguardo de la práctica sexual para el matrimonio, y la etapa de matrimonio implica una búsqueda constante y sincera por glorificar a Dios con esa unión y bendecir la vida del cónyuge con esa manifestación de amor: el sexo.
Resistiendo la tentación sexual
Tal vez te desesperes recordando el día en que procuraste ser puro y fracasaste, cediendo a la tentación sexual.
Es que la pureza no es una virtud que alcanza el ser humano con su propia acción. Para ser puros, antes que nada, debemos reconocer nuestra condición e ir a Jesús, quien es capaz de limpiarnos.
Nadie es puro hasta que puede ver su condición de perdición, y pide ayuda a su Salvador. La pureza sexual es sumamente importante para nuestra comunión con Dios. El enemigo de las almas lo conoce, y por esa razón ataca sobremanera la sexualidad de los jóvenes cristianos. El sentimiento de culpa, o la indiferencia al pecado, son algunas de las consecuencias espirituales de practicar la inmoralidad sexual.
En medio de tantas voces que se levantan para definir la pureza y hablar de lo que sea sexualmente correcto o incorrecto, la Palabra de Dios tiene algo relevante para decir. Es algo absoluto y certero: algo puro es aquello que no está contaminado, manchado ni mezclado. Dice 1 Juan 3:3: “Y todo el que tiene esta esperanza puesta en él, se purifica, así como él es puro”. La pureza no es un estado que perdura a partir de una sola decisión primordial. Es una búsqueda incesante por ser más semejantes a Aquel a quien contemplamos: Cristo, nuestro ideal.
¿imposición o elección?
Puede ser que la norma propuesta por Dios parezca demasiado elevada como para procurar alcanzarla; pero, con su ayuda, hacer el esfuerzo de andar en la rectitud nos eleva a una vida más plena y abundante.
A priori, el llamado a la pureza sexual no suena atractivo, ni siquiera convincente. Pero toda alma desvalida puede hallar fuerza en Cristo y sabiduría para conducirse sexualmente, sin transgredir los principios que ya ha conocido.
La gran pregunta es: ¿Cómo andar en pureza luego de haber manchado mi vestidura con el pecado? Esto es algo simple y puedes hacerlo ahora: Tienes que ir a Jesús tal como estás, pidiéndole sinceramente que te encamine. Empieza hoy.
La limpieza de corazón comienza con abandonar todo lo que nos mancha, envenena y perjudica. De este modo, Dios puede renovar tu corazón.
Es ahora cuando debes renunciar a la vida que te ha llevado lejos del plan de Dios, por más que la sociedad sumamente sexualizada te quiera hacer notar lo contrario.
Ten determinación, y espera la plenitud de vida que llega cuando andas en obediencia.
Este artículo ha sido adaptado de la edición impresa de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2022.
Escrito por Vicky Fleck, estudiante de Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba y miembro de la Iglesia Adventista de Córdoba Centro, Argentina.
0 comentarios