Solo contra todos
“El Señor irá delante de ti; él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes” (Deut. 31:8, LBLA).
El judo es un arte marcial nacido en Japón. Sin ningún tipo de golpes, se trata de tomas, agarres y control del equilibrio, con el fin de voltear al contrincante y dejarlo en el suelo. Aquellos Juegos Olímpicos celebrados en Tokio 1964 verían la incorporación de dicho deporte al calendario olímpico, por lo que se esperaba que la nación oriental arrasara con todos los podios en disputa, al tratarse de un deporte nacional.
Para fortuna del País del Sol Naciente, se habían conquistado casi todos los oros. Solo faltaba uno, cuya estrella judoca era el gran favorito. Así se demostraría la supremacía de tal arte marcial ante todo el mundo.
Sin embargo, los japoneses no se habían percatado del holandés Anton Geesink, quien, con sus 1.98 metros de altura y 120 kilos, venía cosechando éxitos tras éxitos en campeonatos mundiales y europeos. A tal punto era su compromiso con este deporte que se había ido a vivir a Japón, a fin de perfeccionar su técnica. Y allí estaba, solitario, inmutable, parado frente a miles de espectadores japoneses, quienes alentaban a su compatriota y estaban ávidos de esa última y gran victoria. No obstante, aquella jornada todos enmudecieron cuando vieron a Geesink ganar la medalla de oro en su propia casa. El país quedó sumido en la decepción, a punto tal que en el titular de un diario se expresó: “¿Cómo ocurrió tamaño desastre?”
Quizás hoy te sientas solo, sabiendo que todos los que te rodean hablan y actúan en contra de lo que tú profesas creer. Siempre están allí para hacerte una broma, dejarte en ridículo o burlarse de tus creencias bíblicas.
Tranquilo. Mantén la calma. Aprende a esperar en Jehová, y verás cómo dejarás de escuchar las voces de los demás para comenzar a oír su dulce voz.
Recuerda al judoca Anton cuando te sientas solo, y detente a pensar algo clave: Dios se encuentra a tu lado, sin importar si hay una multitud enfrete tuyo. Lo importante es estar siempre del lado correcto. Aférrate a la promesa divina, por que el Señor no solo no te abandonará, sino que también te dará la victoria.
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.
Escrito por Leo Ottín Pechio, Lic. en Educación Física y Guardavidas profesional. Es miembro de la Iglesia Adventista de Valentín Alsina, Buenos Aires, Argentina.
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