Hacia arriba
Con Dios en primer lugar, podemos ser auténticamente triunfadores en esta vida, sea cual fuere la profesión que hayamos elegido.
Queridos jóvenes, ¿cuáles son las metas y el propósito de su vida? ¿Ambicionan una educación para tener renombre y posición en el mundo? ¿Tienen el pensamiento que no se atreven a expresar, de estar algún día en la cima de la grandeza intelectual; de sentarse en asambleas legislativas y deliberantes, y de ayudar a dictar leyes para la nación? No hay nada malo en estas aspiraciones. Cada uno de ustedes puede llegar a distinguirse. No deberían contentarse con adquisiciones mezquinas. Escojan una norma elevada y no escatimen esfuerzos para alcanzarla.
El temor del Señor es el fundamento de toda verdadera grandeza. La integridad, la integridad inalterable, es el principio que necesitan en todas las relaciones de la vida. Lleven con ustedes la religión a la escuela, a la pensión donde viven, a todas sus ocupaciones. La cuestión importante para ustedes ahora es cómo escoger y perfeccionar sus estudios de modo que mantengan la solidez y la pureza de un carácter cristiano sin mancha, poniendo todos los intereses y las exigencias temporales en sujeción a las demandas superiores del evangelio de Cristo.
Ahora deben edificar de acuerdo con lo que después pueden amueblar, relacionarse con la sociedad y la vida en una forma que responda al propósito que tuvo Dios al crearlos. Como discípulos de Cristo, no se los priva de emprender ocupaciones temporales, pero deberían llevar su religión con ustedes. Cualquiera que sea la empresa para la cual se preparen, no abriguen la idea de que no tendrán éxito en ella sin sacrificar los principios.
Equilibrados por el principio religioso, pueden ascender a la altura que quieran. Nos alegraría verlos elevarse a la noble altura que Dios ha determinado que alcancen. Jesús ama a la preciosa juventud; y no le agrada verla crecer con talentos sin cultivar ni desarrollar. Pueden los jóvenes llegar a ser hombres fuertes de principios firmes, capacitados para que se les confíen elevadas responsabilidades, y pueden consagrar lícitamente a este fin todo su vigor.
Hay responsabilidades para cada uno; y solo podemos cumplir la gran misión de la vida cuando las aceptamos plenamente.
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.
Extraído de “Alturas que se pueden alcanzar”, capítulo 6 del libro Mensajes para los jóvenes, de Elena de White.
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