La capital de tu cuerpo
La capital de tu cuerpo
Todos tenemos una sede de gobierno que debemos proteger, cultivar y mantener pura. Porque vivir bien es también cuidar tu mente.
La Organización de las Naciones Unidas reconoce 194 países en el mundo. Cada uno de ellos tiene su ciudad capital. ¿Cuántas capitales del mundo conoces? ¿Sabes la historia de cada una de ellas? ¿Conoces detalles curiosos?
Por ejemplo, ¿sabías que el verdadero nombre de Bangkok (capital de Tailandia) es Krung Thep mahanakhon amon rattanakosin mahintara ayuthaya mahadilok phop noppharat ratchathani burirom udomratchaniwet mahasathan amon piman awatan sathit sakkathattiya witsanukam prasit? ¿Sabías que, al parecer, Damasco (Siria) es la capital más antigua del mundo? ¿Sabías que Madrid (España) se encuentra a apenas 50 km del punto central geográfico de la península ibérica? ¿Sabías que Tokio (Japón) es la capital más poblada del mundo? ¿Y qué decir de Melekeok (capital de Palau), que es la menos habitada, ¡con solo 277 personas!?
Un asunto central
La capital es la ciudad desde donde se gobierna una nación. En una capital se deciden los asuntos políticos, financieros, legislativos, judiciales y sociales de toda una nación. En la capital reside el presidente, el líder o el primer mandatario de un país. Todos los planes, proyectos, leyes, sanciones, directivas, medidas (para bien o para mal) surgen de allí.
Tú también tienes una capital. Se llama mente y por ella pasará toda tu vida. La Biblia es clara al respecto: “Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida” (Prov. 4:23, DHH).
Ningún país descuida su capital. Tú no puedes dejar de prestarle atención a la tuya. Cuidar la mente implica varios aspectos.
Repasemos juntos:
Practica la gimnasia mental: Más allá del trabajo que realices, en el hogar o fuera de él, y sin que importe tu edad ni tu grado de escolarización, intenta mantener despierta tu mente. Lee, haz crucigramas, resuelve problemas de ingenio. ¡No te estanques!
Realiza ejercicio físico: Haz con regularidad alguna actividad como correr, nadar o caminar. No solo te permitirá prevenir la obesidad, sino que también podrás mantener una mente sana.
Busca la actividad social: Intenta interesarte por las cosas que ocurren a tu alrededor. Busca amistades, conversa con tus vecinos, sé sociable.
Destierra hábitos nocivos: El tabaco, el alcohol, las drogas, el abuso de fármacos y el sedentarismo son enemigos no solo de nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente.
Aliméntate adecuadamente: Una dieta equilibrada siempre será una buena opción.
Controla los factores de riesgo: La hipertensión arterial y los niveles elevados de colesterol LDL y glucosa son amigos del deterioro físico y mental.
Enfrenta tus problemas: No pretendas eliminar un conflicto ignorándolo.
Un asunto trascendental
La escritora cristiana Elena de White registró varios textos sobre la importancia de la mente. Los puedes leer en una excelente recopilación en un libro llamado Mente, carácter y personalidad. Son puntuales, prácticos y geniales. Mira:
– “Cada órgano del cuerpo ha sido hecho para estar subordinado a la mente, que es la capital del cuerpo. La mente controla todo el ser. Todos nuestros actos, buenos o malos, tienen su origen en la mente. Es la mente la que adora a Dios y nos une con los seres celestiales. Sin embargo, muchos pasan toda su vida sin llegar a ser inteligentes con respecto al alhajero que contiene este tesoro” (p. 83).
– “Los nervios del cerebro que relacionan todo el organismo entre sí son el único medio por el cual el cielo puede comunicarse con el hombre, y afectan su vida más íntima” (p. 84).
– “Todos deberían sentir la necesidad de mantener la naturaleza moral fortalecida por una vigilancia constante. Como centinelas fieles, han de guardar la ciudadela del alma, y nunca sentir que pueden descuidar su vigilancia ni por un momento” (ibíd.).
– “Hay que ejercitar todas las facultades para que puedan desarrollarse debidamente y para que tanto hombres como mujeres posean una mente bien equilibrada” (La educación cristiana, p. 33).
Como vemos, tenemos el gran privilegio y la gran responsabilidad de cuidar nuestra mente.
Los peligros del Mindfulness
Si te dijera que hay una terapia para vivir mejor y reducir el estrés y la ansiedad, ¿estarías dispuesto a someterte a ella? ¡Claro que sí! Todos queremos vivir mejor y tratar de solucionar nuestros problemas. Esto es lo que ofrecen hoy diferentes técnicas para lograr un buen equilibrio mental. Hasta aquí todo muy lindo, pero ¿qué hay detrás de todo esto?
Una de las que está más “a la moda” en la actualidad es la práctica psicológica del Mindfulness, que consiste en estar atentos de manera intencional a lo que hacemos, sin juzgar, apegarse, o rechazar en alguna forma la experiencia. Como hábil mentiroso, Satanás sigue engañándonos con aparentes filosofías inocentes pero que en el fondo encierran ideas totalmente antibíblicas y sustentadas en el misticismo. El Mindfulness, así como otras terapias similares, se basa en el budismo, el hinduismo y en otras religiones orientales.
Este concepto proclama que tú puedes conseguir todo a través de los esfuerzos personales y con tu propia sabiduría individual. Es decir, Dios no tiene ni tendrá parte en tu vida. Por otra parte, la Biblia es clara cuando dice que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17: 9). Como seres caídos y pecaminosos, no es sabio confiar en nosotros mismos. Las respuestas y las soluciones no están en nuestro interior, sino que se encuentran al mirar a Jesús.
Por otro lado, es incorrecto creer o mencionar que no habrá juicios ni consecuencias por nuestras acciones. Eclesiastés 12:13, 14 nos ilumina al respecto: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.
Como vemos, estas teorías tan atractivas y de moda son humanistas y no están basadas en las verdades de la Palabra de Dios.
En el mencionado libro de Elena de White, también se advierte sobre los engaños del enemigo: “Los planes y las maquinaciones de Satanás nos asedian por todas partes. Siempre hemos de recordar que él se nos acerca disfrazado, ocultando sus motivos y el carácter de sus tentaciones. Viene con vestidos de luz, aparentemente ataviado con el puro ropaje de los ángeles, para que no podamos discernir que es él. Necesitamos emplear gran precaución para investigar cuidadosamente sus artificios, para no ser engañados” (p. 34). Y luego amplía: “En estos días cuando el escepticismo y el paganismo aparecen con tanta frecuencia vestidos con un ropaje científico, necesitamos cuidarnos en todos lados. Nuestro gran adversario está engañando mediante ellos a miles de personas… A través de la frenología, la psicología y el hipnotismo, llega directamente a los miembros de esta generación, y trabaja con ese poder que caracterizará sus esfuerzos cerca del fin del tiempo de gracia. Las mentes de miles de personas han sido envenenadas por este medio y conducidas al paganismo” (ibíd.).
Una ciudad resguardada
Ningún país tiene a su capital desprotegida. Por lo general, las ciudades centrales son las más cuidadas y las que tienen las mejores defensas. Lo mismo debe suceder con tu mente, ya que es tu capital, tu potencial, tu tesoro. Vigílala, piensa sanamente, fortalece tu autoestima, vive de manera temperante y alegre y aleja de tu cabeza los malos pensamientos.
Recuerda: “Los que no quieren ser víctimas de las trampas de Satanás deben guardar bien las avenidas del alma; deben evitar el leer, mirar u oír lo que puede sugerir pensamientos impuros. No debe permitirse que la mente se espacie al azar en cualquier tema que sugiera el enemigo de nuestras almas” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 413).
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2021.