…dejar la masturbación
Desde Costa Rica, nos llega este valiente testimonio de lucha y superación personal.
Siempre fui adventista. A mí todo me iba bien. Tenía buenas notas en la escuela y trabajaba mucho en la iglesia. Iba al Club de Conquistadores y tenía muchos cargos.
Pero, sin querer, empecé a tener una doble vida. Mejor dicho, una vida secreta, oculta. A mis 12 años, empecé a mirar mucha pornografía y a masturbarme. Para los 16 años, estaba completamente sumido en la adicción. Todo esto se agravó porque mi padre, que era cristiano, se puso muy violento y comenzó a beber. Al tiempo dejó la iglesia. Sentí mucho dolor y hasta dejé de orar por él. Así, seguí mi camino descendente.
Mi razonamiento era: “Esto es algo del ámbito privado, no le hago mal a nadie”. Mi vida tenía dos partes. La que todos conocían (el joven activo y trabajador en la iglesia) y la que nadie conocía (el joven que consumía pornografía y se masturbaba).
Crecí y tuve más cargos en la iglesia. Llegué a ser diácono y anciano. Al principio, a los 12 o 13 años, pensaba que masturbarse era algo normal que los hombres teníamos que hacer para afirmar nuestra sexualidad. Luego me di cuenta de que estaba mal.
Pero no podía dejarlo. Traté y traté. Todo en vano.
¿Tu crees que Dios tiene el poder para cambiar nuestra vida? Su mayor anhelo es hacer contigo un milagro. ¡Yo pude vencer gracias a él!
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2019. Escrito por Harrison Umaña, misionero voluntario.
Es un tema de la cual debemos reflexionar como cristianos que somos